tribuna

La economía se enfriará en otoño

Carme Poveda

Carme Poveda

Volvemos de vacaciones con un cambio climatológico que nos sitúa más en el principio del otoño que en el final del verano. Septiembre siempre es un buen momento para hacer balance y apuntar cuáles son los retos económicos a los que nos enfrentaremos el próximo curso.

La economía ha mostrado una evolución bastante positiva en lo que va de año, pero entraremos en otoño con menor ímpetu, ya que los principales factores de impulso de los que hemos disfrutado hasta ahora comienzan a dar señales de agotamiento. Por un lado, las exportaciones de bienes en España pierden fuelle (en abril, mayo y junio han descendido en tasas interanuales) debido a una ralentización de la economía europea (a donde destinamos el 62% de las exportaciones) y, especialmente, de las cuatro economías que son nuestros principales socios comerciales (Francia, Alemania, Italia y Portugal). Sin embargo, la exportación de servicios turísticos ha mostrado una evolución muy positiva y posiblemente alcancemos este año un hito histórico en ingresos por turismo, superando el máximo que obtuvimos en 2019. Con datos hasta julio, el número de turistas casi se ha recuperado, pero sobre todo han crecido los ingresos por turismo, que superan en un 15% la cifra correspondiente a 2019 debido al incremento de precios.

Mientras las exportaciones de bienes languidecen, el consumo privado resiste mejor de los esperado. La intensa moderación de la inflación y la subida del empleo, de los salarios reales y de las pensiones, está permitiendo a los ciudadanos exprimir el bolsillo en estas deseadas vacaciones normales. En los próximos meses el consumo puede verse afectado por la ralentización de la actividad industrial y de la construcción, pero sobre todo dependerá de la evolución de los precios, y especialmente de los energéticos, que han vuelvo a presionar la inflación al alza en julio y agosto. Además, existen otros factores estructurales que pueden tener efectos inflacionistas a medio plazo: la dificultad para cubrir puestos de trabajo, los costes de la transición energética, el retroceso de la globalización y la renovada política proteccionista. Todo ello conducirá a tipos de interés altos durante más tiempo, como ha advertido la presidenta del BCE. Sin embargo, es muy posible que este otoño se alcance el techo en los tipos de interés, lo que sin duda contribuirá a reducir el grado de incertidumbre.

En la ocupación, el balance presente también es mejor que las expectativas. Después de alcanzar un máximo histórico en el empleo este verano, la creación de ocupación comenzará a moderarse por la peor coyuntura en la industria y la construcción, y por la finalización de la temporada turística. A esto se suma que el impacto de la reforma laboral ya no será tan importante como lo ha sido en su primer año de vigencia. A medida que se estabilizan las nuevas formas contractuales, el efecto positivo sobre la confianza y el consumo de aquellos trabajadores que han pasado de tener un contrato temporal a otro indefinido, se va difuminando.

La situación política también influirá, en especial si hay repetición electoral y se tienen que prorrogar los Presupuestos del Estado para el año próximo. Por otro lado, en 2024 está previsto que entre en vigor el nuevo marco presupuestario de la Unión que recoge los mecanismos de corrección presupuestaria para los países con una abultada deuda, lo que comportará una obligada reducción del déficit público en España. Los ingresos impositivos no crecerán al ritmo que lo han hecho los últimos dos años, impulsados por el efecto pospandemia, por lo que será necesario retirar las medidas que se adoptaron para hacer frente a la crisis energética y adoptar ajustes adicionales en el gasto. Un reto nada sencillo, puesto que el 42% del presupuesto del Estado va destinado al pago de las pensiones y el año que viene posiblemente esta partida aumente más de un 6% (teniendo en cuenta la actualización con el IPC y el resto de los efectos normativos y demográficos), dejando escaso margen al resto de políticas de gasto.

Otros desafíos que deberían marcar la agenda pública son la aceleración en el grado de ejecución de los fondos Next Generation, que llegan a su ecuador este año, el esfuerzo por aumentar la empleabilidad de la población desocupada, el augmento del gasto en I+D+i para acelerar la doble transición verde y digital, la construcción de vivienda pública o la aprobación de las reformas estructurales, como por ejemplo la fiscal, que aún esperan en nuestro país.