El pensamiento “enlatado”

José Manuel Otero Lastres

José Manuel Otero Lastres

Antes de que el lector pase su vista por lo que sigue, debo aclarar el título de la presente reflexión para que conozcan cuál es mi propósito. Se dice que estamos en la era de la información, y en la medida en que se nos suministran constante y abundantemente noticias sobre las variadas cuestiones que suceden en el mundo, es una denominación que responde a la realidad. Pero creo que debemos destacar que la época actual es también la de la comunicación. Se genera información, no para dejarla en un cajón, sino para comunicarla. El gigantesco conglomerado de noticias, de carácter impersonal, dirigido a una pluralidad indiscriminada de destinatarios y que no suele responder a una orientación determinada, tiene una finalidad última que es su comunicación, la cual persigue la finalidad de suministrar a los destinatarios pensamientos enlatados o consignativos; esto es, directrices uniformes que se desconoce por lo general donde se elaboran, pero que su destino es esparcirlas entre la generalidad de la ciudadanía.

En definitiva, en la época actual se trata de configurar los pensamientos individuales y propios de cada individuo como pensamientos coincidentes por mor de una determinada orientación común, de tal modo que se produce una especie de contradicción porque el pensamiento propio del pueblo, siendo en cada uno de los ciudadanos un pensamiento específico de cada uno, es al mismo tiempo un pensamiento ajeno, porque es un pensamiento “enlatado”, elaborado por otros, pero que debe difundirse entre la mayor parte posible de la ciudadanía.

El fenómeno no es enteramente nuevo, pero actualmente se presenta con ciertas peculiaridades. En efecto, en la lección Cambio y crisis, que forma parte de su obra En torno a Galileo, Ortega y Gasset escribía en 1933: “Mis opiniones consisten en repetir lo que oigo a otros. Pero ¿quién es ese o esos otros a quienes encargo ser yo?… ¿Quién es el sujeto responsable de ese decir social, el sujeto impersonal del ‘se dice’? ¡Ah!, pues? la gente”. Y concluye: “Y al vivir yo de lo que se dice y llenar con ello mi vida he sustituido el yo mismo que soy en mi soledad por el yo-gente”. Pues bien, hoy seguimos sustituyendo nuestro yo por ese otro sujeto impersonal que es el yo social, pero este, más que un yo gente, como decía Ortega, es un “yo medios y redes, caracterizado, al menos, por las dos singularidades.

La primera es de tipo cuantitativo. La cada vez más creciente e imparable extensión del conocimiento entre las distintas capas de nuestra sociedad hace que hoy el número de los ciudadanos opinantes sea inmensamente mayor que el que había en 1933, cuando el pensamiento supuestamente informado estaba en manos de unos pocos.

La segunda tiene que ver con el modo en que se elabora el pensamiento de ese número elevado de opinantes. Hoy tanto los medios de comunicación, como las redes sociales, están tan presentes en nuestras vidas que más que oír o ver sus comunicaciones prácticamente las respiramos, sobre todo los que aportan opinión. Actualmente los medios de comunicación audiovisuales, además de ser creadores de opinión, son sobre todo potentes amplificadores de la opinión creada, hasta tal punto que hoy son, en parte, los medios y no la gente esos “otros a quienes encargo ser yo”. La otra parte de la opinión que asume el yo-gente como propia se elabora y difunde a través de las redes.

Otro dato relevante es que para que la opinión llegue al yo-gente tiene que ser sintética: se simplifica el mensaje para que pueda ser fácilmente difundido y retenido. El último rasgo del pensamiento yo-gente actual es que ha sido conquistado por el poder: es un instrumento de suma importancia tanto en la lucha política como en la económica.

Si conjugamos, pues, todos estos rasgos del pensamiento de hoy los resultados son que, en nuestros días, aunque ha crecido el número de opinantes, el pensamiento es más uniforme que nunca, y aunque llega a un elevadísimo número de ciudadanos, casi todos tienden a seguir la consigna del pensamiento político correcto, ya que de lo contrario serán severamente criticados y a veces incluso vituperados en las redes.

Para que no me acusen de andar divagando y para que vean de lo que hablo, voy a tomar como ejemplo el tema del llamado pico de Luis Rubiales a Jenifer Hermoso.

No sé a quien interesaba acrecentar desmesuradamente la trascendencia social de este hecho. Es cierto que se vio durante la transmisión televisiva de un acontecimiento de gran repercusión como fue el campeonato del mundo de fútbol femenino. Es cierto también que fue un hecho inesperado y extravagante que nada tenía que ver con el espectáculo retransmitido, ni con el acto del momento que era la entrega de medallas a las vencedoras. Y es cierto también que fue un acto de supina torpeza por parte del señor Rubiales e invasor de la sagrada intimidad de una jugadora de futbol que, en la medida en que fue un beso “robado”, supuso un comportamiento abusivo por parte de un superior.

Pero convendrán conmigo que no fue el más deleznable ni reprochable de todos los actos que se pueden imputar a los seres que por su enloquecida conducta no merecen el calificativo de humanos. No fue un acto para separarlo de la especie humana. Y, en cambio, por la difusión y por contenido de las opiniones generalizadas se convirtió en un acto reprobable desde la perspectiva del pensamiento político correcto.

Pues bien, lo que quiero decir es que durante varios días muchos de nosotros asumimos de los generadores y difundidores de opinión un rechazo frontal contra Luis Rubiales por su acto abusivo y con esa valoración negativa fue la que rellenamos nuestro “yo-gente”. A esto es a lo que me refiero. Como escribí a principio de los 80 en mi cuento Ahros se está imponiendo el pensamiento homogéneo sacrificando la enriquecedora individualidad de los seres que piensan con libertad.