Artículos de broma

Ajedrez relámpago

Javier Cuervo

Javier Cuervo

No sé seguir el ajedrez relámpago, esa modalidad en la que cada jugador mueve las manos a velocidad de trilero y los contendientes se zampan las piezas mutuamente como se magrea una pareja fogosa. Me emociona del ajedrez relámpago su vértigo y el presentimiento de que van a pasar de las piezas a las manos.

La política española está jugando un ajedrez relámpago en el que el popular Feijóo, que se presenta a la investidura, convoca actos de oposición en la calle como si ya la hubiera perdido, creyéndose el discurso del socialista Pedro Sánchez, quien se da por investido a la siguiente. A este ritmo, antes de la repetición de elecciones, uno cerrará un contrato millonario de asesoría con una empresa cotizada y el otro publicará unas memorias tocho. Vamos a uña de caballo sin avanzar un paso.

La partida se juega bajo la mesa. Es un ajedrez relámpago ciego en el que Pedro Sánchez llama “negociación discreta” a unas maniobras de alto riesgo con los independentistas, basadas en la autoconfianza adolescente o ebria del “tranqui, yo controlo”. Hay antecedentes de su modo de actuar que dan certezas. Sánchez sólo conoce el presente y, como las personas que nunca llegan a fin de mes, gasta lo que tiene y fuerza el último euro a llegar a primeros. El PSC ha ganado a los independentistas catalanes y el PSE se ha adelantado al PNV. Esas esperanzadoras victorias sobre el nacionalismo pueden ser malbaratadas por unas concesiones dispendiosas para que Sánchez siga gobernando. Los nacionalistas, históricamente beneficiados con una sobrerrepresentación, pueden conseguir más cuando menos tienen. Esa almoneda traería consecuencias irreparables si la lección es que los nacionalistas ganan siempre, cuando son muchos, por ganadores; cuando son pocos, por necesarios. Hay unas demandas de máximos en esa negociación discreta, en esta partida de ajedrez relámpago bajo la mesa. Sánchez pide confianza ciega y ofrece una garantía, fundada en sus hechos: no le gusta perder.

Es mucho pedir cuando parece dispuesto a dar tanto.

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