Un minuto

Mereció el esfuerzo

José María Echevarría

José María Echevarría

Todo lo que pasé por visitar la Sagrada Familia de Barcelona valió la pena. No fue la lengua, pues siempre hablé castellano y así me atendieron; las dificultades surgieron por el wifi, por la entidad bancaria, por seleccionar el día y hora según plazas disponibles, etc., pero ya dejo dicho que todo eso ha merecido la pena. Y más tiempo de las cuatro horas, que dedicamos yo y mis acompañantes, habría que destinar para captar todo lo que en ese templo expiatorio, elevado para reparar, según nos explicó el guía, el escamoteo de los territorios pontificios en Italia a la Iglesia Católica a finales del XIX, lo que el genio de Antonio Gaudí (1852-1926) imaginó y dejó planeado para la construcción en Barcelona del templo de la Sagrada Familia, al que aún quedan años para su final que muchos veremos desde la otra vida. Las riadas de personas que por allí nos arremolinábamos, los controles de entrada y revisión de bultos, todo eso eran minucias ante la grandiosidad y riqueza ornamental de lo que allí puede contemplarse. Y rezarse. Porque con sólo elevar el corazón al Creador, y más si se añade alguna oración, pienso que ya está razonado que estamos visitando un monumento religioso con miles de detalles que nos hablan de las grandezas y la misericordia de Dios.

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