El Vía Crucis a la Moncloa pasa por Montserrat

Manuel Campo Vidal

Manuel Campo Vidal

El Vía Crucis sigue y ahora será Pedro Sánchez al que le toque llevar Ia cruz. En Montserrat le esperan los centuriones del independentismo catalán. Todo indica que pasará mal rato.

La investidura de Alberto Núñez Feijoo no le supuso alcanzar la Presidencia del Gobierno pero sí recibir honores de líder de la oposición, que no es poco. Y algo más: será cabeza de cartel indiscutible del Partido Popular si se repiten elecciones el 14 de enero. Sus diputados le aplaudieron con entusiasmo porque ese premio de consolación no es menor en un partido que aceleró la defenestración del anterior presidente, Pablo Casado, por el delito de denunciar un supuesto caso de corrupción. Núñez Feijóo estuvo bien en las réplicas del debate, que es donde se mide el cuajo parlamentario de los líderes. Y aguantó el tipo, porque iba a vérselas con Pedro Sánchez y llevaba preparada otra carpeta por si salía el portavoz socialista Patxi López. Pero Sánchez, de pronto, le soltó un diputado de los que en las crónicas parlamentarias históricas se calificaban como “jabalí”.

Todos los partidos tienen un diputado jabalí; o varios. Otra cosa es si resulta de cortesía y nivel parlamentario soltarlos en una investidura. Crean desconcierto, sí, como el que produce en los conductores cuando se cruza uno de verdad en la carretera. Por el volantazo para evitarlos hay muertos; y por el choque frontal, siniestro total. Núñez Feijóo controló el volante del discurso, que hasta aquel momento había respondido más al de una moción de censura que al de una investidura. Cuando el jabalí Oscar Puente —a él no le importa el adjetivo porque estima que los hay en todos los grupos— le preguntó “de ganador a ganador, ¿por qué quiere ser presidente solo porque ha sacado más votos y yo, que he ganado en Valladolid, no puedo ser alcalde?”, muchos entendieron la razón por la que se eligió a Puente para neutralizar al candidato. Rompía la argumentación de “la lista más votada al poder”. Aun así, hay sectores socialistas a los que no gustó esa elección; al tiempo, lamentan que la bancada de diputados populares, casi en manada, por seguir el símil, corearan a Sánchez lo de “cobarde, cobarde”, por no subir al estrado. La presidenta del Congreso reprendió a sus señorías porque se comportaban “como en un patio de colegio”. “Con perdón de los niños y niñas del patio”, debía añadir.

Ahora la corona de espinas se la colocarán a Pedro Sánchez. La subasta nacionalista catalana está desbocada y hasta el propio Pere Aragonés, presidente de la Generalitat, subió los precios del apoyo de Esquerra a Sánchez en el mismísimo Parlament de Catalunya. Inaudito. Incluso la portavoz de Bildu les ha dicho que bajen a la realidad. Si hay repetición de elecciones, porque los independentistas catalanes, o los cinco diputados de Podemos, abortan la elección del socialista Sánchez, Núñez Feijóo puede ser presidente en enero. Quizás no sería tanto porque en este empate casi infinito el líder popular hubiera convencido a más electores, sino porque el efecto del miedo a Vox se va diluyendo; y porque votantes socialistas de julio podrían abstenerse dada la exhibición desafiante de los supuestos beneficiarios de la amnistía que reclaman los independentistas. “La amnistía sola no basta”, afirma Gabriel Rufián. Sánchez ya lo tiene muy difícil pero sus presuntos socios de investidura se lo ponen peor. La estación de Montserrat en el Vía Crucis a Moncloa será un martirio.

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