Un minuto

Como bálsamo

José María Echevarría

José María Echevarría

Así me pareció la lectura del diario del 3 de octubre. Sobre todo, por lo leído en un par de páginas. De la 2 me refiero al comentario que Carles Francino hace sobre Nano, el ya popular joven pluriempleado que va y viene de una ocupación a otra para ayudar a su familia, y al que —de esto me entero por otra vía— robaron su vehículo, de forma que ahora ha de ir en bus, hasta que un empresario le ha regalado un coche para que no pierda tanto tiempo en los desplazamientos; en esa misma columna se habla de un músico español que se ha empeñado en intentar liberar a un condenado a muerte en un penal norteamericano. Y en la página 6 me entusiasmo leyendo el encuentro —en realidad, reencuentro porque ya hubo uno anterior— habido entre algunos alumnos del instituto Rafael Dieste con ancianos de la residencia Concepción Arenal, rato del que todos se han enriquecido. Y como final de fiesta, en el faldón de salida, la noticia de la colecta que promueven los bares del Orzán para ayudar a un senegalés, vendedor ambulante ahora incapacitado por una lesión, para que pueda seguir ayudando a su familia. Entre tantas desgracias, conflictos, irregularidades, y demás noticias punzantes, esas me parecían el bálsamo que calma el ardor de una piel dolorida.