Esperanza y asfalto

Xoel Ben Ramos

Xoel Ben Ramos

Como el auto que me transporta venía de fábrica sin “control de crucero”, me las ingenio para mantener la velocidad fija siguiendo a uno que vaya más rápido. Aunque algún chasco he sufrido, porque los hay poco constantes y los que se saltan cuanto límite existe, el sistema —hasta la fecha— funciona. Hace dos meses mi “liebre” fue una camioneta de mensajería. Mantuve una distancia prudente y juntos hicimos doscientos kilómetros. Lo simpático del asunto fue su comportamiento al sobrepasar a otras furgos de reparto: iniciaba la maniobra señalizando con el intermitente, yendo en paralelo ralentizaba la marcha un tiempo casi imperceptible para después poner las luces de emergencia y finalizar incorporándose al carril derecho. Remataba el vehículo adelantado lanzando un par de destellos. Reconozco que al principio sólo percibí un aquel de anomalía, ni recuerdo si hubo “largas” en la despedida. La segunda vez sí. En la tercera pude admirar la coreografía al completo y las sucesivas veces que repitió fueron perfectas. Ejecutadas con la finura de Nadia Comaneci (la Simone Biles de hoy) en Montreal’76.

Busqué una explicación a ese comportamiento suponiendo cierta familiaridad. Al fin y al cabo, estás en la carretera a diario, haces la misma ruta… pues agradeces sentir ese pulgar al cielo o simplemente que te deseen buen viaje —lo que intuyo hacía cuando se situaba en paralelo—. Y tú corresponder, que menos, que con una ráfaga de “largas”. Pensé también si sería costumbre del gremio, pero no, entre los repartidores conocidos ninguno ejecutaba —ni conocía— tal destreza. Con lo cual quedé intrigado, ¿lo soñaría? A lo largo de las siguientes semanas cuando repetía autopista escudriñaba todos los transportes exprés… sólo que resultaron ser tan monótonos como el resto de vehículos. Nada.

Hasta que este sábado mi suerte cambió. Otra vez un furgón de paquetería urgente y de nuevo las intermitentes. Había seguido a tantas camionetas que esta podría ser la misma o quizás, una diferente, con idénticas intenciones. Daba lo mismo, porque las furgonas adelantadas de nuevo lanzaban destellos en la despedida y ahí estaba la clave. Fue bueno sentir que, al menos, eso todavía resistía en un mundo que se tambalea cada día. Porque, en confianza, ¿cómo podemos ser así? Cuesta entender que a la UE se le haga bola lo de qué hacer con el sur global y a los eslavos (y amigos) nadie los mueva de su guerra, pero lo de Gaza atacando Israel y quinientos muertos en apenas 24 horas, que acabarán siendo muchos miles... ¿qué broma es esta?, ¿a quién beneficia? Por eso, disfrutar breves instantes con aquella pequeña dosis de fraternidad y camaradería en el duro asfalto supongo que significa: vamos despacito pero todavía hay esperanza.

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