Sol y sombra

Supervivientes al azar

Luis M. Alonso

Luis M. Alonso

Israel, ante la enésima batalla de su historia, ha prometido cazar hasta el último terrorista de Hamas escondido bajo tierra, pero para ello la franja de Gaza se expone a la más dolorosa destrucción colectiva. Será imposible como pide Bilken evitar la muerte masiva de civiles; la ley del Talión se va a imponer una vez más como lógica implacable de este tipo de guerra en la que cada superviviente se cuenta al azar. En un artículo publicado por El País, el escritor israelí David Grossman se preguntaba si seremos capaces de alejarnos de las fórmulas recurrentes y comprender que lo que ha ocurrido con los ataques de Hamas es demasiado grande y terrible como para referirse a ello según los paradigmas manidos en cualquier conversación sobre el Oriente Medio. Escribía Grossman que ni siquiera los crímenes de Israel en los territorios ocupados, durante más de 50 años, pueden justificar las atrocidades cometidas en nombre de un odio abismal hacia un país en permanente vigilia y movilización.

La causa que defiende Hamas activando el terror más despiadado no es la del pueblo palestino, no hay que confundirse: disparando y decapitando a sangre fría a niños, padres y ancianos maniatados se vuelve contra la aspiración histórica de dos estados viviendo en paz en un mismo territorio, que en la actualidad parece más lejana que nunca. No todos los palestinos son Hamas, aunque, debido a la desesperación y a la miseria, muchos hayan creído que en esta nueva yihad terrorista se encuentra la solución a sus problemas. Tampoco todos los israelíes piensan como Netayanhu, pese a que en estos momentos cualquier voluntad de entendimiento pueda sucumbir a la tentación de vengarse por los asesinatos perpetrados y la indefensión de los rehenes. La pregunta de por qué ha fracasado la paz y la convivencia entre Israel y Palestina no tiene una sola respuesta, son muchas e insuficientes para alcanzar una única verdad. Por eso la violencia.

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