Inventario de perplejidades

Reparto de 17 marinas de guerra

José Manuel Ponte

José Manuel Ponte

Los miembros de la Comisión de Reparto y Compensaciones de la monarquía tartesiana estaban reunidos para proceder al reparto de la flota de guerra. Uno de los trámites más complicados de cerrar especialmente por el tamaño de las unidades a transferir o compensar. Al respecto disponían de un portaaviones, de seis fragatas, tres destructores, catorce lanchas de desembarco, un hospital y un enorme submarino, orgullo de los astilleros tartesianos. Parte de esa flota había sido comprada a crédito por recomendación (más bien imposición) de Yonquilandia y ahora se ponía a la venta, previa su remodelación y puesta a punto.

–Nosotros no sabríamos qué hacer con él —reconoció el representante de Rojos desteñidos. Además, no encaja con el ideario pacifista de nuestra plataforma política. Preferiríamos recibir la parte de indemnización que nos correspondería por su salida al mercado.

–Comprendo, comprendo —intervino conciliador el presidente de la cooperativa Pimentonera. Desde las sucesivas ampliaciones de créditos hasta su botadura todo hacía sospechar que el gigantesco submarino podría estar embrujado. Recuerden que en la primera inmersión se fue al fondo de la ría y hubo que sacarlo con una grúa especial traída desde Holanda a precio de oro. Y aún se cuentan otros episodios calamitosos. Me temo que llegue el día en que se haga la proclamación del reparto de Tartesia en 17 miniestados y el San Andrés de Teixido (así se llama la nave) aún no conozca destino.

El reparto de los tres ejércitos (Tierra, Mar y Aire) entre los 17 miniestados estaba resultando más difícil de lo previsto. Catacoña y Chiquitotea quisieron poner en valor su glorioso pasado nacionalista frente a la Tartesia centraliega hasta que se toparon con el rechazo frontal del territorio que los sobrepasaba en número de habitantes y hasta en una sorpresiva belicosidad salida de la rica sopa genética que alimentó la sangre visigoda, la musulmana, la castellana, la antillana, la azteca, la tagala, la magrebí, las guerras contra Napoleón y, por último, entre ellos mismos. Queda por analizar el caso singular de Perceboania, de cuyos nativos nunca se sabe si bajan o si suben si te cruzas con ellos en las escaleras. Lo único que sabemos es que crecen los partidarios de unirse a Portugal como Estado asociado si esto sigue así. (Continuará)