Sección

Tobillo turístico

Jose María de Loma

El otro día vino un señor a proponerme instalar un apartamento turístico en mi tobillo derecho. Piénselo bien, me dijo, su tobillo está céntrico y como se encuentra cerca del suelo no hay que instalar ascensor. Me quedé patidifuso, aunque yo soy más bien de quedarme en shock o cuajao, pero patidifuso me parece más adecuado para un artículo. Pero patidifuso y todo, acerté a expresar mi indignación: oiga, qué se ha creído. El sitio adecuado es la rodilla, hombre. En la rodilla hay más espacio, mejores vistas, se puede disfrutar de la espinilla, que en días soleados está al aire, e incluso del muslo, que en mi caso es amplio, blando y ajardinable. Mi interlocutor no parecía muy convencido y comenzó a mirarme el tobillo de manera sospechosa.

Me subí el calcetín para impedirle la visión pero descubrí que detrás de él había una familia nórdica mirando también el tobillo. El padre me dijo en un español deficiente: ya hemos pagado, caballero, colabore que las maletas que traemos pesan mucho. Por decir algo y no parecer huraño les pregunté que de dónde eran. Solo respondió el hijo adolescente, que emitió un gruñido mientras miraba el móvil. Me pareció entender Oslo, aunque igual dijo Oso. U otro. El señor negociante inquirió de nuevo: qué, ¿nos vamos decidiendo o echamos el día aquí? Ya que no querían el muslo (“es que el tobillo lo tengo apalabrado con mi cuñado”, les dije lastimeramente) les enseñé la palma de la mano, que aunque presenta inconvenientes, puede resultar muy agradable para un fin de semana. Una semana entera no, la verdad, eso sería un poco excesivo. Además si dicen que están en la palma alguien puede confundirse y creer que están en esa isla. De repente pasó un transeúnte, que es como se llama a los viandantes o peatones en los textos escritos con pretensiones. Tenía las piernas al aire. La hija de la familia nórdica señaló el tobillo del transeúnte y todos de repente se encaminaron hacia él. Parecía complacido cuando comenzaron a quitarle las chanclas. Se las puso la madre. Vi al hombre deschanclado coger un buen fajo de billetes. Perdí la ocasión. Miré mi tobillo. Pasó otro transeúnte. Llevaba el cartel de se alquila a la altura del pecho.

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