Al azar

Todos los hombres de Jeffrey Epstein

Matías Vallés

Matías Vallés

Seguro que el pederasta Jeffrey Epstein murió por decisión propia, pero se amplía a diario la lista de líderes planetarios que debieron felicitarse del fallecimiento como si fuera una bendición. Hablando en términos conspirativos, cuanto más se sabe sobre el tejedor de la tupida red de abusos sexuales, más inverosímil resulta su oportuno suicidio en prisión vigilada. Los escrutadores fanáticos del escándalo nos convertimos en cómplices, en cuanto que a nadie le mueve la brutalidad infligida a menores de edad, sino la nombradía de los clientes sexuales. Si el magnate hubiera alimentado los cañones que matan a los niños gazatíes, no se hubiera llevado ni una portada.

Los hombres de Jeffrey Epstein ofrecen otra enseñanza a aprovechar. Los cerebros más serios, sobrios y sólidos del planeta se dirigían a pies juntillas sobre la miel esparcida por un canalla más fácil de detectar que el Chapo Guzmán. Sorprenderse de sus manejos equivale a articular que “esto no me lo esperaba de Trump”. Pues bien, los mesiánicos Stephen Hawking, Bill Gates y Noam Chomsky, o el todopoderoso Lawrence Summers en cuanto rector de Harvard, festejaron al criminal. Todos ellos, junto a Bill Clinton o Andrés de Inglaterra, han negado la implicación sexual. Si solo buscaban dinero, agravan su torpeza, teniendo a su disposición tantos manantiales donde lograrlo sin implicaciones orgiásticas. Aparte de que no importa adónde llegaron, sino adónde fueron.

Los todopoderosos de Epstein demuestran que el mundo está gobernado intelectual y ejecutivamente por mediocres, incapaces de captar que toda relación sexual ofrecida por un tentador está destinada a ser grabada meticulosamente como salvoconducto. Aunque estas luminarias han disertado con erudición sobre la moralidad y la ejemplaridad exigible a los demás, tal vez sobrevolaron sin demasiada atención los capítulos sobre la estupidez. Los seres humanos son más semejantes de lo que parece, y también son lo que parecen.

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