Al azar

Que te han robado lo dirás tú

Matías Vallés

Matías Vallés

Los periodistas se han vuelto más crédulos que las compañías de seguros. El penúltimo acto de la sumisión informativa consiste en dar por sentados los ciberataques y robos masivos de documentación, sufridos por instituciones con poderosos servicios de propaganda. Se omite la elemental pregunta de “quién lo dice”. En vez de responsabilizar al guardián de falta de celo en la vigilancia de las tarjetas de crédito de clientes, de los datos sanitarios de los pacientes o de los datos económicos de los residentes, se invita a compadecer a quien debería ser el primer sospechoso.

La reacción inmediata a una institución de calado, que llora el hackeo con fines económicos de sus archivos, debería ser “que te han robado lo dirás tú”. Ahora que vuelven a cantarse las glorias ciberdelictivas de LockBit, el relato de sus bienaventuranzas suele omitir que desde su primera gran operación actuó con la connivencia de un traidor de la entidad asaltada. Mucho presumir de maestría programadora y de habilidad en sortear los muros informáticos, para acabar pagando a un empleado con tal de que se deje el ordenador abierto en la página adecuada.

La credulidad siempre acaba por imponerse al espíritu de la duda. Se llora la desgracia de los atacados, en lugar de culparles como mínimo de haberse visto sorprendidos en su buena fe, de haber despreciado los tesoros bajo su custodia al no adoptar medidas proporcionadas para protegerlos. Por hablar del negocio más importante de la humanidad, los narcotraficantes tienen claro que un intermediario que se lamentara de que “me han robado un alijo” no recibiría muestras de solidaridad, sino que el descuido podría costarle la vida. En realidad, la cibercorrupción más elemental consiste en colaborar con un encriptado criminal de datos saldado con ulterior pago a los piratas cómplices, para repartirse el botín tras el paréntesis suficiente. Antes se llamaba corrupción a secas, pero funcionaba exactamente igual. Solo que hoy se convierte en héroes a sus autores, y en víctimas a sus cómplices.

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