Shikamoo, construir en positivo

Un nuevo paso adelante…

José Luis Quintela Julián

José Luis Quintela Julián

Un placer saludarles de nuevo, queridos y queridas. Aquí estamos de nuevo, con la intención de compartir con ustedes un poquito de la actualidad. Ya saben, de la colección de hechos que acontecen a nuestro alrededor y que conforman el paisaje ideológico, cultural y social en el que nos desenvolvemos. Y todo con la idea de confrontar ideas propias y ajenas y, de ello, aprender y crecer. Porque, no lo duden, no hay día en que anochezca y uno no haya tenido la sensación de haber conocido algo nuevo, gracias a la aportación de alguien. Creo que es una de las sensaciones más bonitas, muy ligadas al hecho de estar y sentirnos vivos.

Este es un momento en general complicado desde muchos puntos de vista, no sólo a nivel nacional, sino viendo a la sociedad desde una óptica más global. Hablábamos estos días de conflictos enquistados y de realidades que ponen, directamente, los pelos de punta. Y son tiempos de gran polarización, de falta de consensos en aspectos cruciales y de poco entendimiento. Aún así, en medio de toda esa marejada suceden hechos que nos confortan, y que nos alinean más con la idea de un mejor futuro, en clave de equidad, justicia social y respeto a las personas. Pues bien, estos días ha acaecido algo a nivel nacional que, aunque les pueda parecer pequeño o poco relevante, no lo es en absoluto, y nos permite progresar en tal empeño. A glosarlo someramente nos dedicaremos en esta columna. Pasen y vean…

Voy al grano. ¿Saben ustedes qué era el “carné de la subnormalidad”? No se incomoden, que no es una invención mía ni está relacionado con alguno de los últimos exabruptos que se dedican entre sí nuestros ínclitos políticos. No. Son realidades que existieron, con un apelativo que se daba a aquellas personas que, por determinadas características de diversidad funcional, eran susceptibles de ser catalogados así en épocas pretéritas. Afortunadamente, mucho ha llovido desde entonces, y se ha ido transitando desde un léxico de tal guisa a otro mucho más aquilatado, ajustado a la realidad de las personas y, al tiempo, mucho más inclusivo. Y ese es el marco en el que se ha procedido al cambio de la palabra “disminuido” en la Constitución Española por la expresión “persona con discapacidad”. ¡Por fin! Un logro que tarde, pero al menos ahora, viene a subsanar algo pendiente desde hacía demasiado tiempo, y que retrata claramente a aquellos que se han opuesto a él, que tienen nombre propio y que conforman una opción política cada vez más ultramontana.

Hay que seguir avanzando. Porque tal cambio es un avance en sí, pero no está todo hecho. La discapacidad, en sí, tampoco es el marco semántico exacto en el que se puede entender toda la antedicha diversidad funcional. Tenemos que seguir ampliando nuestra visión inclusiva, en un marco de absoluto respeto a las personas, empatía universal y ganas de sumar frente a la inercia de restar. Cada persona es un mundo y un tesoro, y una nueva oportunidad para entender la vida a partir de una mirada diferente. Todo lo que acompaña a cada ser humano a modo de circunstancia personal es también su aportación única e irrepetible a tal mirada individual y, también, colectiva. Y privarnos de alguna de esas miradas, o circunscribirla directamente a un ámbito patológico o falto de capacidad, o sumirla en la oscuridad desde una excesiva tutela o paternalismo, desdibujaría el resultado obtenido.

Hoy España es más solidaria, justa e inclusiva que ayer. Pero, no se engañen, queda un camino arduo y complejo para que lo sea todavía más. Mucho más. La existencia de la diversidad funcional es, ante todo, una excelente oportunidad para, dándole la vuelta a la tortilla, centrarnos en lo más esencial de la existencia de cada cual, más allá de las capas más externas de la cebolla… Una maravillosa ocasión para aprender los unos de los otros en lo que cada uno pueda dar, y también para aportar…

Sí, hoy España es más justa y más real. Porque “disminuido” ahora es un bello término que queda ya sólo para la música, hablando de esos acordes en los que rebajamos, en la quinta o séptima, medio tono… Lo otro, su horrorosa acepción tocante a las personas, ha pasado a la historia ya...