La hoguera

¡Desgraciados agradecimientos!

Juan Soto Ivars

Juan Soto Ivars

Normalmente, si te entregaban un premio, se daban a cambio las gracias y se le dedicaba la estatuilla a la familia y al jefe, que estaba entre el público. También se dedicaban los libros publicados con una frase de una línea situada en la primera página, entre grandes descampados en blanco. Esto suponía un gran ahorro de tinta para el impresor y de tiempo para el lector: “A mi madre, por sostenerme”. Una cosa así, familiar y compacta. Pero la cosa de la gratitud impresa se ha ido, precisamente, de madre.

Dedicatorias y agradecimientos se expanden, metastásicos, tanto en tamaño como en ámbitos de aparición. Además de los libros y los premios, ahora ocupan espacio y tiempo los agradecimientos de los diputados rasos cuando les entregan el acta, y los de los ministros. El otro día vi a uno mencionar entre lágrimas a sus padres y profesores y pensé que en vez de una responsabilidad le estaban dando un derecho. Lo mismo también lo creía él. De cualquier forma, si esta alarmante tendencia no cambia, pronto tendremos que dedicar y agradecer a familia y allegados, sollozando, hasta la declaración de la renta, y descubriremos que el manual de instrucciones de la lavadora viene dedicado en varios idiomas a la madre del fabricante.

Se dice que es de bien nacido ser agradecido, pero pasarse con los agradecimientos es de ser un poco hijo de perra. “No quería yo irme sin agradecer también a…”. ¡Más bien no dejas que nos vayamos nosotros, pesado! Dado que quien recibe un premio o publica algo teme que florezca el espino de la envidia y el despecho entre la gente que conoce, redacta su lista de forma neurótica y preventiva, y la expande ad infinitum y de paso también ad nauseam con la coletilla de “seguro que me olvido de alguien”. Yo he visto libritos magros con seis párrafos de dedicatoria al principio y cuarenta páginas de agradecimientos al final, donde aparece toda esa gente sin la cual el autor no hubiera podido escribir el libro, lo que pone en un brete todo lo razonado hasta el momento sobre derechos de autor. Hay, de hecho, escritores que dedicaron más tiempo y devaneo a los agradecimientos que a la propia novela y, en consecuencia, uno saca más provecho de la lectura de esas páginas finales que del libro en sí.

Abrid, lectores, cada libro por los agradecimientos y, en caso de que vuestro nombre no aparezca, lanzad el ejemplar por la ventana jurando no mencionar jamás al autor en vuestros agradecimientos.

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