Opinión | Un minuto

Muertos por el incendio

Del reciente y trágico incendio del edificio valenciano siento una pena tremenda. Sobre todo, sin querer banalizar a otros fallecidos, me duele especialmente el final de esa familia, los padres y los dos críos, abrazados en un lavabo. Por todos los muertos, y con un dolor más agudo por estos cuatro, he rezado, pensando que los críos ya juegan con los demás ángeles en el cielo. Sin saber a ciencia cierta si la muerte de estas cuatro víctimas fue causada por quemaduras o por los humos tóxicos, certifico que pierdes pronto la consciencia, y que casi ni te das cuenta de que tu vida se acaba. Y lo escribo y declaro porque yo me quemé y pierdes el conocimiento con la primera quemadura. Fue en 1964, en Madrid, saltando la hoguera de la falla que acababa de derrumbarse. Sólo recuerdo el impacto con alguien que saltaba en dirección contraria, el dolor de mis manos apoyadas en las brasas y cuando me llevaban en volandas a un coche para trasladarme a un hospital próximo. Gracias a Dios, y a los cuidados médicos, en 20 días me recuperé y puedo contarlo. En el caso de Valencia, me horroriza pesar en la angustia de los momentos previos cuando debieron darse cuenta que de ahí no saldrían vivos. Luego, inconscientes ya, no hubo mayor sufrimiento. Descansen en paz.

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