Opinión
Yo sí te creo
“Pero ¿a quién quieren engañar? No lograrán convencer a la gente. A mí del fútbol lo que me interesa es ver jugar a Bellingham”. Desde luego, tener amigos que están en las antípodas de lo que tú piensas es una opción muy saludable para cultivar las relaciones sociales; aunque a veces supone un esfuerzo considerable. Porque cuesta aceptar que ese amigo no entienda que la radio —también TVE, claro— apostara por retransmitir el partido con el que la selección femenina acabó conquistando la Liga de las Naciones. Me abstuve de llamarle al día siguiente cuando la foto de las campeonas presidía las primeras páginas de muchos periódicos; intuyo que las debió considerar una concesión más a la exagerada ola feminista que, según él, nos invade, a lomos de una nueva corrección política. Creo que mi amigo está lejos de ser un misógino recalcitrante, pero forma parte de la nutrida tropa de hombres que se sienten incómodos. Me resulta más preocupante que chavales mucho más jóvenes que él se pusieran del lado de Dani Alves cuando fue acusado —e incluso ahora que ha sido condenado— por violar a una chica en una discoteca.
Está claro que sigue funcionando un automatismo de culpabilización de las mujeres, que ciertamente ha reducido su dominio porque hay muchos hombres convencidos de que resulta nefasto, pero que se resiste a desaparecer. Por eso me permito recomendar la película documental que acaba de estrenar Netflix, No estás sola: la lucha contra La Manada, que disecciona todo lo ocurrido desde que en los Sanfermines de 2016 una violación grupal —así lo sentenció el Tribunal Supremo— encendió las calles y abrió el debate sobre el consentimiento como clave de las relaciones sexuales. Recordar el desmesurado altavoz mediático del que dispusieron los abogados de los agresores, el morboso show televisivo, los titubeos judiciales —incluido un sonrojante voto particular— o la vomitiva campaña contra la víctima te pueden poner de muy mala leche. A mí me ha ocurrido. Pero estoy convencido de que la corriente de coraje y esperanza que sopla desde entonces podrá con todo. Incluidas las sofoquinas de mi amigo.
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