Opinión | 360 grados

“Estamos preparados”

“Estamos preparados”, respondió, desafiante, Vladímir Putin a la posibilidad mencionada poco antes por su homólogo francés, Emmanuel Macron, de que algunos países de la OTAN decidan un día enviar soldados a territorio ucraniano.

En uno de sus discursos a la nación más largos —dos horas y media— que se le conocen, el presidente ruso exhibió confianza en el futuro económico del país y en el estado de preparación de sus Fuerzas Armadas, capaces de hacer frente con éxito a cualquier desafío militar.

Putin instó por ello a Occidente a detener la actual escalada en la guerra de Ucrania porque Rusia tiene, según aseguró, los medios, tanto convencionales como, ¡ay!, nucleares, para responder al enemigo.

El presidente ruso no descartó, sin embargo, entrar un día en negociaciones con Occidente, pero aclaró que, de llegarse a ello, tales conversaciones no deberían limitarse a Europa, sino que tendrían que abarcar el ancho mundo.

En un discurso pronunciado en alemán en 2001 ante el Bundestag berlinés cuando Rusia estaba militar y económicamente mucho más débil que ahora, discurso que cayó en saco roto en Occidente, Putin propuso crear una nueva estructura de seguridad en Europa.

Pero tras los engaños y decepciones que dice haber sufrido y la nueva realidad de un mundo, que, mal que le pese a Washington, ha dejado de ser unipolar, Putin habla ahora de la necesidad de extender la arquitectura de seguridad que propone a todo el espacio euroasiático.

El presidente ruso es con seguridad consciente de que el “Occidente colectivo”, que lidera EEUU, no va a aceptar su envite, pero no parece importarle. Se sabe acompañado por las nuevas potencias que antes llamábamos “emergentes” y que ahora integran el creciente grupo BRICS.

Putin mantiene relaciones diplomáticas y comerciales amistosas con países como la China de Xi Jinping, la India de Narendra Modi, el Brasil de Lula da Silva, los países más importantes del Golfo Pérsico e incluso un miembro de la OTAN como es la Turquía de Erdogan.

Se trata de países que en su mayoría rechazan el globalismo como ideología universalista dominada por la sedicente “Nación Indispensable”, que no la globalización como tal, y apuestan cada vez más por un nacionalismo anclado en los valores tradicionales.

Mientras tanto, la Europa otaniana, totalmente de espaldas a la realidad, insiste, como la propia presidenta de la Comisión y exministra alemana de Defensa, Ursula von der Leyen, en que una victoria rusa en Ucrania es inaceptable y que hay que preparar mentalmente a los ciudadanos para una posible guerra con Rusia.

Negociar con Putin sigue siendo tabú: lo prohíbe incluso la Constitución ucraniana, así que no hay más remedio que continuar la escalada militar aunque el país invadido pierda cada día más territorio, se vaya quedando sin hombres capaces de manejar las armas que le llegan y no pueda ya descartarse un enfrentamiento directo con Rusia.

Por cierto, ¿qué haría en ese caso una futura Casa Blanca de Donald Trump?