Opinión

Gracias a la ciencia

David Bennett tenía una enfermedad cardíaca terminal y por eso accedió al trasplante. Por primera vez, el corazón de un cerdo modificado genéticamente se instalaría en la caja torácica de un humano con éxito. Pasó en enero y bombeó perfectamente durante unas semanas hasta que algo empezó a fallar. David Bennett murió el ocho de marzo dejando impronta de su valentía y muchísimos datos útiles para la investigación.

Richard Slayman también es norteamericano y desde hace pocos días filtra la sangre de su cuerpo un riñón de cerdo modificado genéticamente. Otro hito histórico. Esperemos que la suerte de Richard sea más duradera que la de David. Sin otra alternativa para su supervivencia ha declarado que espera brindar esperanza a las personas que esperan un trasplante para sobrevivir. Y lo hace. La ciencia y la tecnología aplicadas a la salud son mi religión. Como con cualquier otro tipo de fe, no todo es aceptable en su nombre, pero gracias a la investigación y a la tecnología muchas personas que enferman pueden seguir llevando una vida normal. Hace poco, un conocido se hizo un electro mientras conversábamos sobre algo sin importancia poniendo dos dedos sobre una delgada plataforma de unos cinco centímetros de largo que sacó de entre su móvil y la funda protectora.

Los datos fueron a parar a su correo y, en caso de alteración, los podría haber enviado a su cardiólogo. Fascinante. Gracias a todo ello, la personas que conviven con diabetes pueden ver la curva de su glucosa en sangre a través de sus teléfonos móviles sin tener que pincharse los dedos y, en el caso de los niños, los padres pueden controlar el estado de su hijo a distancia y hacer vida normal, por ejemplo.

Después, están las guerras de las empresas y los laboratorios por colocar sus productos, no todos son accesibles a todo el mundo y eso genera ciudadanos de primera y de segunda, pero en lo primario, que es la investigación, cuando no la pervertimos con la economía, se trata de la humanidad ayudando a la humanidad. Mi agradecimiento a todos ellos. No es poco, tantas veces, permanentemente, los humanos nos matamos entre nosotros en guerras, a fin de cuentas, siempre absurdas.

Suscríbete para seguir leyendo