Opinión | Un minuto

Quitando miedo al agua

El pasado miércoles 21, tras nadar en la piscina iba caminando hacia el baño de hidromasaje del polideportivo municipal San Diego cuando capté un jolgorio inusual. Me giré y presencié el baño de siete madres con sus bebés en brazos haciendo ejercicios en la piscina pequeña. Desde el borde de la piscina, Ayesia, una monitora experta, dirigía las maniobras del grupo, que iban desde el simple caminar por la piscina con las criaturitas en brazos, cuyos cuerpos y cabecitas sobresalían del nivel del agua más o menos según la altura de la mamá —el agua no cubre más de 0,86 m en toda la superficie— para, en otros momentos, darse una aguadilla metiendo las cabezas, propias y de los bebés, bajo el agua, para sacarlas seguidamente entre risas, grititos y aspavientos, pero no oí ningún llanto. Se ve que las criaturas disfrutaban, tanto o más que las mamás.

En otro momento, desde un minitobogán colocado en el borde de la piscina, los bebés eran dejados deslizarse para caer en los brazos de las gozosas madres. Pregunté a Ayesia por las edades: había desde bebés de seis meses a otro de casi dos años.

Recordé mi infancia, y lamenté que no me hubieran hecho perder el miedo al agua con prácticas así, evitándome los malos tragos de mi adolescencia.