Opinión | 360 grados

China no da una puntada sin hilo

En su último viaje a Europa, el presidente chino, Xi Jinping, ha vuelto demostrar que el Gobierno comunista no da nunca una puntada sin hilo.

Desde el punto de vista tanto político como económico, la elección de las capitales visitadas —París, Budapest y Belgrado— no podía ser más significativa.

Xi comenzó su viaje a Europa precisamente por la de Francia, país que se ha adelantado a tomar medidas para protegerse de la competencia industrial china y animado a sus socios de la UE a hacer lo propio.

Serbia y Hungría son ambas afines a la denostada Rusia de Putin, mantienen con China estrechas relaciones económicas y cooperan con Pekín en el marco de la iniciativa conocida como la Nueva Ruta de la Seda.

En Hungría, donde está muy presente hasta ahora la industria del motor alemana, los chinos quieren fabricar automóviles eléctricos destinados al mercado europeo. Los fabricantes franceses y alemanes tratan de defenderse con uñas y dientes de la creciente competencia china, por lo que la visita de Xi a la capital húngara adquiere una relevancia especial.

Tanto Estados Unidos como la Comisión Europea critican lo que califican de “exceso de capacidad” de su rival asiático en los sectores de las nuevas energías como los coches eléctricos, las baterías de litio o los dispositivos fotovoltaicos.

Según la secretaria del Tesoro de EEUU, Janet Yellen, China está inundando el mercado con sus productos baratos y fuertemente subvencionados.

Y de lo mismo se queja a este lado del Atlántico, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Pekín rechaza, sin embargo, las acusaciones de norteamericanos y europeos y las califica de disfraz de lo que no es en el fondo sino puro proteccionismo.

Es cierto que China produce masivamente no sólo coches eléctricos, sino también paneles solares, aunque buena parte de esa producción —en torno al 20 por ciento— se instala en la propia China.

Y en cualquier caso, ni siquiera puede el país asiático satisfacer la demanda que permitiría cumplir los objetivos de reducción de emisiones de CO2 que se fijaron en la última Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático.

EEUU se defiende de la competencia china en ese sector con fuertes aranceles, algo que contrasta con la buena acogida que las instalaciones solares encuentran mientras tanto en el continente africano, donde 600 millones de personas no están aún conectadas a la corriente eléctrica. Pero la decisión de Xi de visitar París antes que cualquier otra capital europea tenía sobre todo un significado político: Pekín trata de evitar un excesivo acercamiento entre Washington y los europeos.

Y el presidente francés, Emmanuel Macron, ha querido siempre marcar perfil propio con una política más independiente de Washington que la de otros aliados, como Alemania.

En París, tanto Macron como la presidenta de la Comisión trataron de lograr el apoyo de Xi a la conferencia de paz sobre Ucrania prevista para junio en Suiza, pero el presidente chino dejó de nuevo claro que esa reunión no tiene sentido si se excluye a Rusia.

Significativa fue también la visita de Xi a Belgrado, que aprovechó para recordar que hace un cuarto de siglo, en la guerra contra la Yugoslavia de Slobodan Milosevic, la OTAN bombardeó la embajada china en esa capital y causó la muerte de tres de sus compatriotas.