Estos resultados apoyan la idea de que el estrés puede considerarse un contaminante social que influye sobre el sistema inmunitario del bebe de la misma manera en que lo hacen otros contaminantes físicos.

Las hormonas de estrés se vuelcan en el torrente sanguíneo de una persona cuando está en situación de ansiedad. Estas hormonas tienen un efecto positivo a corto plazo porque ayudan al cuerpo a enfrentarse a una situación percibida como peligrosa. Sin embargo, la duración excesiva de este estado tiene efectos perjudiciales, como el cansancio, la depresión o la facilidad para enfermar. El estrés durante el embarazo se traspasa de la madre al feto a través de la placenta provocando efectos no deseados en el bebe.

En animales ya se había demostrado que altos niveles de estrés en la madre durante el embarazo pueden afectar a la función cerebral y al comportamiento de los descendientes. Sin embargo, los mecanismos de afectación y los plazos de mayor afectación del feto en humanos siguen sin estar claros. El estudio dado a conocer esta semana durante la conferencia internacional de la Sociedad Toracica Americana que se celebra estos días en Toronto pone de manifiesto que el estrés durante el embarazo podría aumentar el riesgo el bebé a desarrollar asma en la infancia.

Un estudio elaborado por la Escuela de Medicina de Harvard en Boston (Estados Unidos ) muestra que las mujeres que están estresadas durante el embarazo podrían pasar este estrés al bebé en la forma de una mayor sensibilidad a la exposición a los alérgenos y posiblemente en un mayor riesgo de asma en el futuro.

El estrés de la madre durante el embarazo puede también influir en el sistema inmune de los bebés en desarrollo. Aunque los estudios en animales sugieren que la combinación de estrés y exposición a los alérgenos durante el embarazo podría magnificar los efectos sobre el sistema inmune, este es el primer estudio que examinó esto directamente.

Los investigadores analizaron niveles de estrés maternal y exposición de la madre a alérgenos de ácaros del polvo en el hogar mientras estaban embarazadas con relación a la expresión de IgE en la sangre del cordón umbilical, un marcador de la respuesta inmune del niño en el nacimiento, en 387 bebés.

Los resultados mostraron niveles elevados de expresión de IgE en la sangre umbilical de los bebés cuyas madres habían sufrido altos niveles de estrés incluso cuando estuvieron expuestas a niveles bajos de ácaros del polvo durante el embarazo. Esto indica que el estrés de la madre magnificó el efecto de la exposición al polvo sobre el sistema inmune del bebé de modo que su respuesta inmune al nacer podría estar alterada incluso con bajos niveles de exposición al polvo en el hogar.

CONTAMINANTE SOCIAL

Según Rosalind J. Wright, autora del estudio, estos resultados apoyan la noción de que el estrés puede considerarse un contaminante social que, cuando entra en el organismo, influye sobre la respuesta inmune de forma similar a como lo hacen los contaminantes físicos como los alérgenos y añadirse así a sus efectos.

A pesar de la importancia que los investigadores atribuyen a su descubrimiento, Wright señala que sólo el seguimiento de estos niños permitirá conocer si estos efectos darán lugar a un mayor riesgo de asma. Además, será necesario replicarlos en poblaciones más grandes para obtener una mejor aproximación a la relación entre estrés maternal, exposición a los alérgenos y desarrollo futuro de asma en la infancia.

Según los autores, hasta entonces, los resultados sugieren que cuando las exposiciones al estrés maternal y a los alérgenos se producen de forma conjunta, existe un aumento en el riesgo a que los menores sufran asma en su infancia.