-¿Quienes son los dalits o intocables?

-Tradicionalmente, la sociedad hindú ha estado dividida en cinco castas: los brahamanes (sacerdotes); los kastriyas (guerreros); los valsas (campesinos y comerciantes); los sudras (trabajadores con un sueldo fijo) y los dalits o intocables, que son los ciudadanos que hacen los trabajos más bajos, como servir a las castas más altas, sin apenas paga y sin posibilidades de salir de ese pozo. En el año 1950, la Constitución abolió esas castas, pero cuesta mucho romper una tradición de 4.000 años.

-Su padre era precisamente un dalit. ¿Cómo sería hoy su vida si Vicente Ferrer no se hubiese cruzado en el camino de su familia?

-Sería totalmente distinta. Trabajaría como campesino o en la construcción, cobrando apenas un euro diario y sin un futuro digno que ofrecer a mis hijos.

-Usted fue el primer niño al que Vicente Ferrer apadrinó, estuvo a su lado siempre, desde muy pequeño. ¿Cómo le recuerda?

-Vicente es un hombre muy sencillo y, a la vez, muy carismático. Se gana el corazón de la gente. Transmite, ante todo, humanidad. En la India, no es considerado un santo, es Dios. Sin él, miles de niños estarían malviviendo en las calles, prostituyéndose, robando o esnifando pegamento. Y es muy posible que la ciudad que tanto amó, Anantapur tampoco existiese.

-Habla de él en presente...

-Es que continúa estando presente. Su pensamiento, su filosofía, siguen muy vivos en mi corazón y en el de las miles de personas a las que ayudó a través de los proyectos de su fundación.

-¿Cuáles son esos proyectos?

-La Fundación Vicente Ferrer trabaja para mejorar las condiciones de vida de los grupos más desfavorecidos de la India y concienciar a la población española sobre la importancia de ese compromiso solidario. Y lo hace a través de un programa de desarrollo integral, en el estado de Andhra Pradesh -al sudeste del país- que abarca seis grandes áreas: educación, sanidad, personas con discapacidad, mujer, vivienda y ecología. Hemos ayudado a dos millones y medio de personas en casi todos los pueblos del distrito de Anantapur y, en los próximos meses, ampliaremos nuestra labor a los distritos vecinos. Y todo ello, gracias a la solidaridad de los españoles.

-Una de las áreas de actuación de la Fundación Vicente Ferrer es la mujer. ¿Cuál es su situación en la India?

-La mujer es peor que los intocables. Está considerada como una carga. Durante años, la fundación ha ido de pueblo en pueblo explicando que las niñas también son personas con futuro, que puedan trabajar y tener sus propios ingresos, que son tan listas como el hombre. También hemos creado los llamados bancos de la mujer, a donde ellas pueden ir a pedir microcréditos para iniciar sus negocios y, así, conseguir una independencia económica y también, ganarse el respeto de los hombres. El tipo de interés es bajísimo, y ellas montan negocios de ovejas, tiendas, telares para saris, etc.

-Antes agradeció la solidaridad de los españoles pero, ¿se han visto afectados los apadrinamientos o las donaciones por la crisis económica?

-En España hay crisis, pero la gente, en general, respeta mucho el tema de los apadrinamientos. A lo mejor tienen que renunciar a irse de fin de semana o dejar de comer fuera, pero los 18 euros mensuales que destinan a los niños suelen ser sagrados. Lo que sí que hemos notado que han bajado son las ayudas y las donaciones de grandes compañías, suponemos que por la incertidumbre que genera, a los empresarios, la actual situación.

-Y los gallegos, ¿son también solidarios?

-Sí, la verdad es que tenemos bastantes colaboradores en Galicia. Hay gallegos que trabajan con la fundación, y también muchos otros que han optado por apadrinar a uno o varios niños.

-La Fundación Vicente Ferrer sonaba con fuerza en las quinielas para el Premio Nobel de la Paz, que finalmente ganó el disidente chino Liu Xiaobo. Hasta había varias plataformas en Facebook de apoyo a su candidatura. ¿Cómo les ha sentado quedarse a las puertas de ese prestigioso galardón?

-La verdad es que contábamos con montones de apoyos en España, y ganar el premio nos hubiese abierto las puertas de muchos otros países, pero una cosa son los reconocimientos, que se agradecen, y otra bien distinta es la labor diaria de la fundación. Con el Premio Nobel de la Paz o sin él, vamos a seguir como hasta ahora, manteniendo vivo el legado de Vicente Ferrer y trabajando para luchar contra la pobreza y ofrecer un futuro mejor a miles de personas en la India.