"Las cadenas apuestan por el entretenimiento y los informativos tienen que informar, pero también entretener", afirma el periodista y presentador de informativos en Telecinco Hilario Pino, que ayer desveló algunos de los "entresijos" de la elaboración de un telediario en la Fundación María José Jove, en A Coruña. "Hubo un gran cambio con la aparición de las televisiones privadas, que da lugar a la competencia. Al principio, los informativos se quedan al margen de las audiencias, pero ahora ya no; ahora entran en la competencia igual que los otros programas", explica el periodista.

¿Cómo plantear entonces el informativo? "Tienes que conseguir hacer un mejor informativo que los demás, tener mejores imágenes, exclusivas... Hacer un producto diferenciado", considera el informador, y apunta que la lucha por las cuotas de pantalla ha desdibujado la línea entre información y entretenimiento: "La frontera es cada vez más difusa". Pino matiza que la combinación de la narración de informaciones con el entretenimiento no implica, a su juicio, "que se pierda rigor ni calidad".

"Antes no había más remedio que ver el informativo que había, ahora lo tienes que hacer más atractivo, le tienes que dar ciertas pinceladas de entretenimiento", considera, y sentencia: "Hace mucho que se acabó la época del informativo aburrido".

Sobre las funciones a menudo atribuidas al medio en que trabaja, Hilario Pino defiende rotundo que "la televisión no está para educar, es un medio para entretener e informar en caso de los informativos; para educar están los colegios y la familia". El comunicador descarta también que la pequeña pantalla actúe en detrimento de la comunicación entre los miembros de algunas familias: "Mucha gente habla de la tele. Al final, hay cosas que, si no ves, te quedas fuera de las conversaciones al día siguiente. La tele está muy en nuestras vidas".

El periodista, que no aprecia un exceso de sucesos en los telediarios, sostiene que "la televisión es un reflejo de la sociedad", aunque matiza, en relación a la proliferación de los programas del corazón: "No refleja al 100%, pero tiene que existir una relación: la sociedad se ve influida por la tele y la tele, por la sociedad". En cuanto al consumo de este medio, apela a la postura activa por parte del telespectador: "Yo trabajo en televisión y nunca diré que hay demasiada. Hay que verla con inteligencia y no dejarse arrastrar. Cualquier cosa en exceso es mala".

Sobre el futuro de los medios de comunicación ante la aparición de internet -"la revolución de este siglo"-, augura que "la televisión va a pasar por internet e internet va a pasar por la televisión; tiene que haber una simbiosis", y juzga probable que exista "un solo aparato, que será una pantalla que se utilizará como ordenador y como televisión". Ve también necesaria una evolución en los medios impresos, una reformulación en la que "las posibilidades son tantas que es difícil pronosticar", pero descarta, igual que con la tele, que internet vaya a enterrar a la prensa. ¿Y sobre la futura fusión entre Telecinco y Cuatro? Vaticina como resultado un fortalecimiento para ambas.

De su amplia experiencia ante las cámaras, duda con cuáles de los acontecimientos que ha contado se quedaría, en favor de la loa al trabajo de sacar adelante cada informativo, aunque menciona la caída del Muro de Berlín, que narró desde Telemadrid, y la investidura de Obama, ya en Telecinco. Menos se vuelca su memoria en los malos ratos que, en cierto grado, "siempre" le hace pasar el directo, aunque "hay momentos mejores y momentos peores". Sobre los menos gratos para el recuerdo, asegura: "Es como las malas experiencias de la vida, que las olvidas".

El periodista asegura que escucha "mucha radio" y, "por supuesto", lee periódicos, y detalla, preguntado por la posibilidad de cambiar de medio: "Te acostumbras a apoyarte en las imágenes".

Consolidado como una de las caras más reconocibles de la televisión, Hilario Pino confiesa acerca de la más desenfadada de sus representaciones que se le hacía raro "escuchar un tono de voz tan parecido" al suyo, pero reconoce: "El guiñol era fantástico".