El psicólogo clínico del hospital Materno Infantil Teresa Herrera de A Coruña Manuel Fernández Blanco recomienda a los padres que no cedan a todos los caprichos de sus hijos estas navidades y les enseñen a elegir los regalos para que se den cuenta de que "no todo es posible".

-¿Qué cualidades debe reunir un buen juguete?

-El mejor juguete es aquel con el que el niño juega una y otra vez y no sólo el día que se lo traen Papá Noel o los Reyes Magos. Los productos que lo seducen porque realizan muchas funciones lo colocan en una posición pasiva y de espectador. Por eso, las opciones más acertadas son aquellos artículos poco complejos que le permiten dirigir el juego y que, a la vez, fomentan su capacidad de iniciativa, como pueden ser una bicicleta, un balón o un tirachinas que se construya él mismo.

-¿Cuáles son las principales diferencias entre los juguetes clásicos y los actuales?

-Los juguetes se han convertido en un producto industrial de reproducción masiva y se ha incluído al niño como consumidor. Esto favorece el fenómeno del producto de moda, el mismo para todos, que cada vez es más tecnológico. Los videojuegos pueden fomentar conductas compulsivas del juego que se generen una relación de dependencia exclusiva con ese objeto, que nunca se sacia. Con los juguetes clásicos, el pequeño se entretiene un tiempo y lo acaba dejando, lo que favorece el ejercicio físico, el descanso y el apetito. Con los modernos, se crea una cierta adicción que priva a los niños de horas de sueño y les acarrea consecuencias negativas a nivel corporal.

-¿Qué actitud deben adoptar los padres para no ceder a todas las peticiones de sus hijos?

-En el caso de los videojuegos, los progenitores tienen que enfrentar la situación con equilibrio y limitarles su uso. Tampoco se puede pasar al otro extremo y dejar al niño al margen de los juegos tecnológicos, porque así quedará excluido de sus compañeros. En general, a los adultos les cuesta mucho decir que no a sus hijos, pero no deben ceder a todos sus caprichos. Deben inculcarles unos límites y dejar en sus manos la elección final. De esta forma, el niño aprende a renunciar a algo y a fijar prioridades, asumiendo él esa responsabilidad.

-¿Hasta qué punto influye la televisión en las peticiones de los más pequeños?

-Los padres suelen caer en la tentación de regalar el juguete más caro que está de moda, y muchos de estos productos decepcionan a las primeras de cambio porque los piden simplemente por influencia de la publicidad, advertidos por la fascinación momentánea. Vivimos en una sociedad de consumo en la que se aspira a conseguir las últimas novedades y lo que posee el otro. La industria sabe que los padres, en muchos casos, intentan obtener todo lo que les demandan sus hijos para no frustrarles. Los pequeños se convierten así en un consumidor exigente que en raras ocasiones encuentra oposición.

-¿Esa tendencia se mantiene con la recesión económica?

-La crisis es la realidad que pone los límites ante el consumo generalizado y compulsivo. Estas limitaciones deberían ponerse de igual forma a pesar de la recesión, pero cuando no se encuentra otra manera de frenar, lo real ayuda.

-¿Qué consecuencias provoca en el niño el exceso de regalos durante estas fechas?

-El exceso siempre conduce a matar el deseo. Cuando hay abundancia no se valora lo que se tiene e incluso puede llegar a decepcionar: el niño no sabe a qué atender y es incapaz de centrarse en una sola actividad. La mayor parte de estos juguetes los deja de lado, a pesar de que él mismo los pidiese.