Luchó durante toda su vida. Se enfrentó a Franco, a los despidos de la patronal, a los desatinos de algún alcalde y a otras injusticias, pero no pudo con el cáncer que lo aquejaba desde hace algún tiempo y lo tumbó para siempre la madrugada de ayer, en vísperas de su próxima exposición de pintura, la pasión a la que dio rienda suelta en estos años, junto con los fogones, después de 34 de trabajo como abogado laboralista.

Ignacio Salorio del Moral (A Coruña, 1948) -Nacho Salorio- , con las fuerzas ya menguadas por la enfermedad, dejó que la muerte llegara en su último refugio, frente al mar de Arousa, donde se había instalado con Emilia Graña, su mujer, en lo que llamaban O Loxe Mareiro, una antigua construcción para la vigilancia de la ría, en Carril, que los dos se habían esmerado en convertir en un lugar atractivo para vivir, para pintar, dar comidas y grata conversación siempre.

Sus antiguos compañeros de Madrid, abogados como él; sus amigos pintores, sus colegas de los fogones, su numerosísima familia de hermanos y primos lo despedirán hoy, a las doce de la mañana en el Crematorio de Feáns, en A Coruña, en compañía de un grupo de jazz, su música favorita.

Nacho Salorio -uno de los doce hijos de Demetrio Salorio, alcalde de A Coruña entre 1966 y 1969- empezó a ejercer como abogado laboralista y de orden público en 1971, en un despacho en la calle Modesto Lafuente, de Madrid. Era el segundo despacho laboralista de España y en él trabajaban Cristina Almeida, Jesús García Varela, Tomás Duplá-hoy director de la división para América del Servicio Europeo de Acción Exterior- y Luis Ramos, uno de los abogados de Atocha, ya fallecido.

Al año siguiente se trasladaron a la calle Españoleto y al nuevo despacho se sumaron Javier Sauquillo, muerto en 1977 en la matanza de Atocha; su mujer, Julia Marchena, que logró sobrevivir al atentado, y Juan Cristóbal González Granell.

En el despacho de Españoleto, que pronto sería uno de los más conocidos de Madrid, Nacho Salorio se encontró con Emilia, una viguesa hija de farmacéutica -Sabugo- que entonces acababa de hacer la carrera de Ciencias Políticas y trabajaba en la oficina laboralista como coordinadora.

Emilia era una reconocida feminista en los años sesenta. Cofundadora de la Librería de Mujeres de Madrid, dirigió el centro de salud y planificación familiar de Parla en los ochenta y después fue consejera técnica del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Madrid en el área de servicios sociales.

Años antes, en 1973, cuando todavía estaba empezando, Ignacio Salorio formó parte del equipo defensor en el sumario de Ferrol contra Rafael Bárez (que luego fue concejal del Ayuntamiento de A Coruña, ya fallecido) y Rafael Pillado, entre otros.

En total, fueron cerca de 8.000 casos los que llevó Salorio, entre ellos, uno que sentó jurisprudencia: a mediados de los ochenta consiguió la primera pensión de viudedad para un varón en España.

Siempre combativos, durante los ocho años que estuvieron en Sada, Nacho y Emilia declararon la guerra al alcalde Moncho Ares por la polémica urbanización de Porto Infanta. Al final, el Tribunal Supremo dio la razón a la Plataforma en defensa de la ría de Ares y Betanzos, de la que formaban parte.

"Fue un trabajo largo, pesado, con altibajos y situaciones desagradables", reconoció Salorio. Una de esas situaciones desagradables fue tener que abandonar Sada, donde vivían entonces y tuvo su primera sede el restaurante O Loxe Mareiro. "Como el local que ocupábamos era de un amigo del alcalde, nos rescindieron el contrato de alquiler", contaba Nacho después.

Nacho y Emilia habían decidido en los años noventa dejar su trabajo profesional y regresar a Galicia, cansados de aquel ajetreo. "Estábamos hartos de Madrid, de la abogacía, de los clientes, de los jueces y de los abogados jovencitos que no tienen ni idea", explicaba hace cuatro años.

Eran otros tiempos, sin duda, y atrás quedaban, también, las noches del Oliver, del pub de Santa Bárbara y de las discotecas El Junco o Bocaccio, tan célebres en aquel Madrid como los despachos laboralistas de los que Nacho Salorio formó parte.

Así que se reinventó en Galicia como cocinero y pintor, una actividad que nunca abandonó y que ahora llenaba su vida. Tenía previsto inaugurar una exposición de su obra el próximo día 28 en la sede de la Fundación Caixanova, de Vigo, y Emilia pondrá todo su empeño en que se haga.