El pescado es una fuente importante de proteínas de alta calidad, minerales y vitaminas, de ahí la recomendación de comer entre tres y cuatro raciones a la semana. Además, el pescado azul es rico en ácidos grasos poliinsaturados Omega-3 que reducen el riesgo de invalidez y muerte por enfermedades coronarias y desempeñan un papel fundamental en los procesos inflamatorios como la artritis, al tiempo que ayudan a prevenir algunos tipos de cáncer.

Pero no todos los pescados azules destacan por sus propiedades saludables, ya que los depredadores de gran tamaño presentan altos niveles de metales pesados, sobre todo mercurio, elemento químico que puede provocar alteraciones en el desarrollo neuronal del feto y en niños de corta edad. Por ello, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) aconseja que las mujeres en edad fértil, las embarazadas y las que están en periodo de lactancia eviten comer atún rojo, pez espada (emperador), tiburón (cazón, marrajo o tintorera) y lucio. Tampoco deben consumir estos peces los niños menores de tres años mientras que los de edades comprendidas entre los 3 y los 12 han de limitar su consumo a 50 gramos por semana. Para el resto de la población se sigue aconsejando incluir tres o cuatro raciones a la semana de pescado, alternando el azul y el blanco.

Embarazas y niños que no deben consumir las especies antes señaladas, "sí pueden tomar en cambio sardinas, anchoas o caballa con toda tranquilidad, pues al ser pescados azules más pequeños contienen menos mercurio", señala el dietista y nutricionista Ramón de Cangas.

Debido a la contaminación del medio ambiente todos los peces pueden presentar mercurio, sobre todo los grandes depredadores, que acumulan el metal por la ingesta de otros peces a lo largo de su vida. El metil mercurio (forma tóxica del mercurio) afecta a los riñones y al sistema nervioso central, apunta De Cangas, "en especial durante el desarrollo al atravesar tanto la barrera hematoencefálica como la placenta. Puede provocar alteraciones en el desarrollo normal del cerebro de los lactantes y a dosis mayores inducir cambios neurológicos en los adultos".

Aún con estas posibles consecuencias, la Aesan no considera que el consumo de pescado suponga un riesgo para la población, ya que la ingesta del metil mercurio del pescado no supera la ingesta diaria admisible definida por la Organización Mundial de la Salud.

Además de las citadas recomendaciones, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, -añade el dietista-, considera conveniente limitar el consumo de la carne de la cabeza de los crustáceos -gambas, cigalas o carabineros, entre otros- para reducir la exposición de los consumidores al cadmio, otro metal que puede causar disfunción renal y que se acumula en la cabeza de estos animales.

El pescado azul, y concretamente el salmón, ya fue en años anteriores motivo de preocupación alimentaria debido a su contenido en dioxinas y policlorobifenilos, contaminantes industriales que se encuentran en el medio ambiente donde persisten, "aunque gracias a un control más estricto de su producción se ha registrado un importante descenso en los índices detectados", apunta Ramón de Cangas.

Y es que la exposición prolongada a altos niveles puede ser perjudicial para la salud, pero el riesgo es insignificante si el consumo no sobrepasa un límite crítico. En este sentido, las autoridades alimentarias convinieron en que el consumo de una porción de salmón de piscifactoría a la semana es seguro.