Antonio Lozano, doctor en Microbiología e investigador en genética molecular y oncología, lleva una década entregado a la actividad científica. Con 44 años y una familia asentada en Galicia, en diciembre se quedó en paro al terminarse su contrato Ángeles Alvariño, de tres años. Desde entonces no ve salida y le indigna, no solo su situación, sino la de decenas de compañeros de laboratorio. "Galicia está tirando todo este talento y la inversión en formación de muchos años", critica el científico.

"Si lo llego a saber no regreso". Lozano-León trabajó dos años en un centro de investigación oncológica en Pensilvania. Eran los dos años de la estancia obligatoria en el extranjero del programa Ángeles Alvariño. Al volver, se incorporó un año al equipo de investigación del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago. Así lo ordenaba la convocatoria Ángeles Alvariño y lo cumplió pero en diciembre se terminó el contrato y desde entonces está en paro, ya que sus planes para continuar con un contrato Parga Pondal se quedaron en eso, en planes, debido a la reducción de plazas. "En Estados Unidos me ofrecían quedarme pero me vine pensando que aquí había futuro y ahora me encuentro sin salida", expresa Lozano, casado y con dos hijos.

"Sin investigación básica no existe todo el resto. Además, ¿de qué vale formar muchos doctores, con contratos para hacer la tesis, si luego la comunidad no los aprovecha?", se pregunta Lozano. Advierte de que el proceso selectivo de los 15 Parga Pondal ha sido "irregular": "no han publicado las puntuaciones". "Creo que tengo un currículum adecuado, con cinco publicaciones de alto impacto, pero no quieren ni que la gente se presente para no estabilizarlos", añade.