La muerte también puede ser ecológica. Féretros biodegradables, ezimas que aceleran la descomposición o coches fúnebres eléctricos ya son una realidad. Los expertos señalan que incluso la incineración es un proceso "que no daña al medio ambiente". Durante este proceso -que ya elige el 30% de los españoles- se emiten unos 27 kilos de dióxido de carbono a la atmósfera. Nada que ver con "las 2.400 toneladas emitidas por los 300.000 coches que se mueven de media en Madrid en un día, por ejemplo", señala el ingeniero químico del Instituto de Catálisis y Petroquímica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), José Luis García.

El único riesgo para el entorno es que mucha gente decida tirar las cenizas de sus seres queridos en el mismo lugar. En este sentido, el investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del CSIC, Joan Grimalt advierte de que "es importante saber que no se pueden tirar a cualquier sitio". "Si hay un sitio que se pone de moda llegan a concentrarse grandes cantidades de cenizas que pueden alcalinizar el terreno, cambian su PH y con ello se deteriora el terreno", sostiene. De esta forma, añade que donde menos daño se produce es en el mar, que es muy grande y, como tiene tendencia hacia la acidificación por culpa del CO2 emitido, tiene más capacidad de compensación que en la tierra.

Más allá de la incineración la oferta para tener una muerte ecológica se ha multiplicado. Hay féretros biodegradables elaborados con una pasta de cáscaras de almendra y resinas naturales o ataúdes bio a base de cartón, que evitar la tala de árboles. La oferta verde también llega a la movilidad y no son raras las empresas funerarias que ofrecen a sus clientes coches fúnebres ecológicos. Para las cenizas existe la opción de las urnas biodegradables, desde aquellas pensadas para arrojar al mar a base de sustancias minerales que se disuelven en una hora hasta las de fibras vegetales y con una semilla de un árbol que crecerá tras enterrarla.