La coagulación sanguínea es un proceso complejo en el que se ven implicados varios órganos y que evita que la sangre que circula por el interior de nuestro organismo se coagule. Cuando se produce alguna alteración en ese mecanismo se forman coágulos o trombos que pueden causar graves problemas a quienes se les presentan.

Cuando se produce una anomalía en nuestro sistema de coagulación suele ser necesario tomar medicamentos denominados anticoagulantes que deben ser prescritos y pautados por el médico. Suelen administrarse a pacientes que ya han sufrido un problema a este nivel para prevenir que se repita, a quienes tienen riesgo de padecerla, a pacientes a los que se ha operado de un válvula o las tienen alteradas, a personas que padecen alguna enfermedad de la sangre, etc.

Su mecanismo de acción se relaciona con el propio funcionamiento corporal, evitando que se agreguen los factores de coagulación y logrando que la sangre fluya de manera normal. Evitan la actuación de la vitamina K, por lo que impiden que el hígado fabrique ciertos compuestos indispensables para la coagulación. Esta actividad reduce el riesgo de padecer una trombosis o cualquier otra patología relacionada con la formación de coágulos o trombos.

Estos fármacos pueden ser administrados por vía oral, subcutánea o intravenosa y son muchas las personas que están siendo tratadas de manera ambulatoria con ellos. Es muy importante realizar controles periódicos y tomarlos de forma adecuada para evitar problemas que causarían secuelas importantes. Lo habitual es someter a los pacientes anticoagulados a un análisis de sangre en el que se determina el parámetro INR que permite ajustar la dosis (aumentarla, reducirla o mantenerla). Es fundamental realizar estos controles porque en estos fármacos la dosis debe ser ajustada personalmente.

Los pacientes deben tener en cuenta:

-Tomar una única dosis diaria, siempre a la misma hora, preferiblemente por la tarde.

-No olvidar tomar el fármaco porque aumentaría el riesgo de trombosis. Si un día se olvida, no debe tomarse dosis doble al día siguiente. Si se olvida dos o más días, debe realizarse un nuevo control.

-Cumplir el seguimiento personalizado para saber si el tratamiento va bien o existe algún problema que debe ser resuelto inmediatamente.

-Anotar todas las incidencias para poder comunicarlo el día en que le hagan el análisis.

-Es importante seguir una dieta regular y reducir el consumo de alimentos ricos en vitamina K o que producen muchos gases (como ocurre, por ejemplo, con: aguacate, grelos, espinacas, coliflor, garbanzos, lentejas, kiwi, etc.)

-No tomar ningún medicamento sin consultar al médico porque muchos interfieren en la acción de los anticoagulantes. Un caso típico es el de los antiinflamatorios o los antiagregantes plaquetarios como el ácido acetil-salicílico y sus derivados.

-Tampoco se debe eliminar ningún fármaco de los que el médico ya sabe que se está tomando. Pregunta todas tus dudas.

-Indicar al dentista que se está siguiendo tratamiento con anticoagulantes para que él valore el momento más adecuado para realizar una extracción o cualquier otro tratamiento.

-Ciertos procesos (fiebre, estrés, diarreas, etc.) alteran los resultados del control, por lo que debe tenerse en cuenta al realizarlo.

-Cuidado con el alcohol porque aumenta el efecto de los anticoagulantes orales. Consulta al médico porque suelen admitir el consumo de una copa de vino con las comidas de forma regular.

-Evitar engordar o hacer dietas sin control por el especialista.

Es precisamente su actividad farmacológica positiva lo que implica el mayor riesgo, pues pueden producir hemorragias. Los síntomas suelen ser hemorragias nasales, de las encías, menstruaciones con sangrado excesivo, sangre en heces o en orina, heridas que no paran de sangrar, hematomas sin haber notado el golpe, etc. y debe ser consultado el médico rápidamente. Si la hemorragia es importante o se observa gran cantidad de sangre en heces o vómitos, debe acudir al servicio de urgencias.