Miles de personas participaron ayer en la ciudad germanooriental de Rostock, en distintos actos para condenar la xenofobia y recordar los más graves disturbios racistas de la posguerra en Alemania que conmocionaron hace 20 años a todo el país.

A finales de agosto de 1992, cientos de jóvenes de tendencia ultraderechista, pero también gamberros sin ideología, asediaron y acosaron durante días a los ocupantes de un asilo para refugiados en el barrio de Lichtenhagen, una ciudad colmena construida en la época comunista. Las agresiones y ataques culminaron con el incendio intencionado el 24 de agosto de aquel año del edificio, cuyos 150 habitantes pudieron ponerse a salvo, mientras las fuerzas de seguridad no fueron capaces de hacerse con el control de la situación.

La jornada se inició con la colocación de una placa en el ayuntamiento de Rostock en la que se recuerdan los hechos, pero también las persecuciones de judíos y gitanos durante el nazismo.