Se conoce como proxémica la parte de la semiótica (ciencia que estudia el sistema de signos empleado en la comunicación) dedicada al estudio de la organización del espacio en la comunicación; más concretamente, la proxémica estudia las relaciones -de proximidad, de alejamiento, etc...- entre las personas y los objetos durante la interacción, las posturas adoptadas y la existencia o ausencia de contacto físico. Asimismo, pretende estudiar el significado que se desprende de dichos comportamientos.

Ahora que arrancó el circo electoral a lomos de un otoño sempiternamente caliente, el análisis de la proxémica del proceso resulta de lo más interesante.

La campaña actual es especialmente curiosa ya que, por un lado, se constata y se agradece sobremanera que la escasez de dinero no haya llevado a inundarlo todo de la habitual cartelería con caretos de candidatos tuneados; y, por otro, que el hartazgo de la gente alivie las habituales multitudes de los anacrónicos mítines, a los que solo asisten los conversos del candidato o las siglas de turno.

Recalé en Ourense el día del chupinazo electoral y en las diferentes concentraciones de pegada de carteles comprobé una asistencia inversamente proporcional a los gestos proxémicos de los candidatos, es decir, cuanta menos gente más se vociferaba y más se gesticulaba.

Ya metidos en faena, los mítines de estos días demuestran el engañoso hacer de los diferentes candidatos, que solo durante estos periodos pedigüeños, abren las compuertas de lo que la proxémica identifica como "espacio casual-personal", que se extiende desde 45 centímetros a 120, distancia habitual en las relaciones interpersonales que permite el contacto físico con la otra persona. Espacio vital que una vez concluida la función vuelve a mudarse al "espacio social-consultivo" -que abarca desde los 120 centímetros hasta los 364 y que aparece en situaciones donde se intercambian cuestiones no personales-; junto con el espacio público donde ya la lejanía suele ser kilométrica, sin permitir la comunicación directa salvo con medios telecomunicativos.

La llamada "cercanía de los políticos" es un eufemismo que solo se ejecuta en estos breves periodos electorales dónde todos ellos se ven obligados a estrechar manos, sobarse en los escenarios, regalar a pie de calle todo tipo de merchandising y lanzar gestos encaminados a demostrar lo cercanos que están y lo campechanos que son todos.

Pasado el subidón, todos vuelven a tomar la distancia pública habitual en nuestros políticos, como las meretrices, enseñan y ofrecen todos sus encantos en distancia corta que permite el tacto para captar al cliente que, una vez capturado, pasa a ser un ticket más para la caja.

Los gestos de los candidatos en estos días cambian hasta en los más adustos, todos se muestran sugerentes, se ponen ropa sport, hablan en lenguaje de la calle, sonríen permanentemente como muñecos de ventrílocuo, se abrazan, se besan, se hacen arrumacos, se cogen de la manita, bailan y saltan en los escenarios.

Enfatizan e inflexionan la voz acompañándola de gestos estudiados con el dedo índice, con las palmas de las manos hacia arriba -mensaje analógico de limpieza y sumisión-, con asentimientos de cabeza, con silencios afectados...

Todo repetitivo, esperable, aburrido, predecible, la misma película de serie B con los mismos divos y divas, las mismas bandas sonoras y los mismos títulos de crédito. Fatigante, un espectáculo fatigante y cansino.

¿Cuándo entenderán que la mejor manera de captar la atención de los no militantes es mostrarse como se muestran el resto del tiempo no electoral? ¿Cuándo caerán en la cuenta de que si uno se muestra distinto a como es habitualmente, emite un mensaje contradictorio que lo único que hace es mosquear al que lo recibe, recelar, tener una sensación de engaño? ¿Cuando se darán cuenta que sólo percibimos las diferencias? ¿Cómo no hay un asesor de imagen que les diga: usted lo que tiene ha hacer para que se fijen en su mensajes, es no hacer lo que hacen todos, ni lo que se hace siempre, es decir, mostrarse como es usted fuera del periodo electoral? Diga lo que tenga que decir, pero hágalo cómo si solo le importase a usted; muéstrese convencido de lo que dice, pero dígalo como siempre. No se me haga el simpático ni el entusiasta.

Resulta mucho más fiable un antipático convencido que un encantador que nos quiere convencer de lo bueno que es y las verdades que recita. No se darán cuenta de que la gente quiere ver películas en color y no en el blanco y negro de siempre -ahora tan de moda-. Que estamos ávidos de guiones frescos y no de recitativos memorizados y repetidos hasta la saciedad.

Vistan como lo hacen siempre o salgan en pelotas, pero no desempolven el mismo vestuario y la misma coreografía de siempre. Es un coñazo.