Insultos, avasallamiento, asignación de objetivos con plazos imposibles de cumplir, sobrecarga selectiva de trabajo, amenazas, difamación, infravaloración, críticas continuas o monitorización del trabajo con vistas a encontrarle faltas. Estas son algunas de las señales de acoso psicológico en el trabajo, un fenómeno que, como reconocen las asociaciones, se ha incrementado a consecuencia de la crisis, a pesar de que solo una tercera parte de los casos, dicen, acaba en denuncia.

Los investigadores de la Universidade de Santiago María Ángeles López, Paula Vázquez y Carlos Montes han elaborado un Perfil da víctima de mobbing en Galicia en el que han hecho "especial atención a las diferencias de género" con el objetivo de averiguar si las mujeres sufren más acoso que los hombres, como sugieren algunos investigadores, y si la incidencia de este fenómeno en Galicia es superior o inferior a la española. En el conjunto estatal -en un estudio de 2007-, el mobbing afectaría a un 2,8% de los asalariados.

Tras analizar diversas variables, los autores constatan que la tasa de incidencia de mobbing ajustada se sitúa en el 9%, es decir, el triple de trabajadores que en España, sufrirían lo que los expertos definen como acoso psicológico frecuente diaria o semanalmente- y reiterado -en los últimos seis meses-.

Además, los investigadores, que publicaron sus resultados en la Revista Galega de Economía, confirman que son las mujeres las que "en mayor medida" sufren acoso psicológico (10,3% frente a 8%). De hecho, han elaborado un perfil bastante detallado de la víctima prototipo. Las mujeres de más de 30 años, viudas, separadas o divorciadas, con estudios superiores, empleadas en el sector servicios con contratos eventuales y con una antigüedad inferior a los dos años en la empresa y en el puesto se ven "más afectadas" que los hombres. Los autores lo explican recordando que lo habitual es que las mujeres ocupen puestos de subordinación. De hecho, señalan, "es un superior jerárquico" -que no tiene por qué ser hombre- el que ejerce el acoso sobre la víctima.

Lo curioso es que, según su estudio, pese a que las mujeres sufren más conductas de acoso de media que los hombres, estas serían de intensidad menor que la de los varones. También se registran diferencias de sexo respecto a cómo reaccionan ante el acoso. En general, la respuesta más habitual es "no hacer nada y esperar que las conductas cesen". Los hombres, subrayan, toman "en mayor medida" que las mujeres una actitud pasiva. Ellas, en cambio, sufren un sentimiento de impotencia. Eso sí, la denuncia solo fue empleada por los hombres, mientras que la depresión las afectó exclusivamente a ellas.

En todo caso, ambos tienen en común que en las conductas de acoso que sufren -generalmente por parte de jefes o jefas, en siete de cada diez casos; aunque a ellas también las molestan sus compañeros- están relacionadas, en su mayor parte, con la degradación profesional. No obstante, matizan, las mujeres padecen de un modo "más frecuente" que los hombres conductas relacionadas con la degradación personal, la humillación y con la infravaloración. Ambos sexos coinciden también en atribuir en primer lugar a la envidia o los celos las conductas, y en segundo lugar, a su vulnerabilidad.