-¿Sabemos enfrentarnos a la enfermedad?

-Convivir con la enfermedad es una tarea muy difícil tanto para el que la padece como para las personas que acompañan al enfermo. El ánimo del enfermo hace mucho, pero en algunas ocasiones se debe asumir que la enfermedad es para siempre, algo que los que están alrededor también deben asumir. Es más, a veces se dice que si la persona que cuida no asume que a ella también le llegará la muerte, se vuelve más incapaz para cuidar al enfermo.

-¿Por qué le tenemos miedo a la muerte?

-Esto no es igual en todas las culturas, todo depende de cómo se vea la vida. Quizá más que a la muerte, a lo que tenemos miedo es al dolor o al sufrimiento, si lo hay, previo a la muerte. Por ello, el acompañamiento de la familia es tan importante, se debe aliviar el dolor y no se tienen por qué utilizar para ello tratamientos exagerados. No hay que adelantar ni retrasar la muerte, hay que acompañar y cuidar al enfermo.

-¿Qué opinión le merece la eutanasia?

-Cuando se habla de esto, parece que hay que estar a favor o en contra. Yo, afianzándome en mi fe, no la practicaría. Pero también creo que una persona que ha tomado esa decisión en conciencia, es su decisión y es respetable. Hay creyentes que aseguran que no están a favor porque el papa lo prohibe, a eso lo llamo yo una moral cerrada.

-Y hablando de miedos, ¿a qué teme la Iglesia?

-Si hablamos de Iglesia como la comunidad de creyentes, no tenemos miedo. Si nos referimos a la jerarquía, por su manera de hablar, diría que tiene miedo a dialogar, a la ciencia e incluso a los periodistas. Fíjese, en el tema de las células madre, los obispos de Japón han firmado un escrito en el que aseguran que científicamente es una cuestión que está por estudiar y éticamente se está debatiendo, por lo que animan a seguir investigando. Sin embargo, aquí se dice que no a todo.

-¿Y por qué esa diferencia de criterios, siendo de una misma Iglesia?

-Eso me gustaría saber a mí. Pero creo que me lo tendría que explicar un psicólogo, quien hablaría de personas inseguras que tienen mucho miedo que se manifiesta con agresividad; o un sociólogo, que explicaría que un político de ultraderecha hablando de fe lo hace desde un radicalismo exagerado.

-¿Se logra convivir con la censura?

-Pues necesito paciencia y buen humor. Yo sigo mi vida sin entrar al trapo y sin discutir.

-A usted le han llamado de todo. ¿Qué es lo que más le ha dolido?

-A veces, me da pena por la otra persona, porque con lo que me dice se descalifica a sí mismo. Yo lo que hago, lo hago para ayudar y, quizá, lo que sí me da lástima es que me lo pongan más difícil desde dentro.

-¿Desde dentro de la Conferencia Episcopal?

-No se puede tener una mentalidad de blanco o negro. Existe una amplia gama de grises. Creo que la Conferencia Episcopal tiene que cambiar de gafas, porque tienen miopía filosófica, no ética o moral.