El Papa aseguró ayer que la humanidad tiene una vocación innata por la paz, a pesar de los focos de tensión provocados por el aumento de las desigualdades entre ricos y pobres, "debido a un capitalismo financiero no regulado", además de varias formas de terrorismo y de criminalidad.

La primera misa de 2013 en la Basílica de San Pedro por Santa María Madre de Dios y al mismo tiempo con motivo de la 46 Jornada Mundial de la Paz, la celebró el Papa en este su octavo año de pontificado que comienza.

El lema de la Jornada de la Paz en 2013 es Educar a los jóvenes en la justicia y la paz y a la solemne misa asistieron, entre otras autoridades religiosas y civiles, y como es tradición cada primero de enero, los embajadores del mundo acreditados ante la Santa Sede a quienes el Papa les dio la comunión.

Al igual que durante la celebración del Te Deum, el Papa, de 85 años, utilizó la plataforma rodante, guiada por dos ayudantes, para recorrer, mientras bendecía a los asistentes, la nave central de la Basílica hasta el altar donde presidió la solemne ceremonia. Tocado con una mitra con la imagen de la Virgen de Guadalupe bordada en oro y apoyado en el báculo, Benedicto XVI afirmó que aunque este tiempo está caracterizado además por varias formas de terrorismo y de criminalidad, está persuadido de que "las múltiples obras de paz, de las que el mundo es rico, testimonian la innata vocación de la humanidad por la paz".

El Pontífice aseguró que el hombre "está hecho para la paz, que es un don de Dios" y subrayó que para este mensaje ha sido influido por las palabras de Jesucristo: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios".

Para el Papa teólogo "la paz es con Dios, vivir de acuerdo con su voluntad. Es la paz interior con uno mismo, y la paz externa entre sí y con toda la creación".

Benedicto XVI también se preguntó por cuál es el fundamento, el origen, la raíz de esta paz y por cómo podemos sentir la paz, a pesar de los problemas, la oscuridad y la angustia y se remitió al Evangelio de Lucas, que se propone contemplar la paz interior de María. María -explicó-, durante los días en los que "dio a luz a su hijo primogénito", pasó por muchos acontecimientos imprevistos, no sólo el nacimiento del Hijo, sino también antes en el arduo viaje de Nazaret a Belén donde, al no encontrar alojamiento, buscó un refugio improvisado en la noche. Y en todo ello María no se descompuso, no se agitó, simplemente considera, en silencio, lo que sucede, que guarda en su memoria y en su corazón, reflexionando con calma y serenidad.