La acusación contra el profesor de Religión Agustín O.G. por ocho delitos continuados de abusos sexuales a menores partió de la denuncia de dos alumnos del CEIP Virxe do Camiño de Rubiá deValdeorras (Ourense). Los otros seis casos que incorpora la causa contra este docente se sumaron durante la investigación realizada por la Fiscalía Provincial de Ourense a partir de la documentación que le trasladó la delegación de Educación en noviembre de 2010. "Nosotros prendimos la mecha", dice una representante de la ANPA de este centro, y es posible, afirma, "que alguno más abra ahora los ojos".

Desconoce si los otros supuestos abusos se registraron en este colegio o en alguno de los otros tres de la comarca de Valdeorras en los que Agustín O.G. impartía Religión. En particular, el fiscal le imputa cuatro delitos ocurridos en el colegio Rubiá, y otros cuatro en el de Sobradelo. En todos los casos se trata de abusos continuados registrados entre 2003 y 2010 de los que algunas de las víctimas solo se libraron al dejar el centro para iniciar ESO.

Directores y docentes defendieron ayer la profesionalidad del profesor investigado y su buen compañerismo, asegurando que en ocho años de docencia nunca se presentaron quejas contra él relacionadas con los presuntos abusos sexuales. La actual directora del Virxe do Camiño puntualiza que ella no estaba en el equipo directivo en aquel momento y que "nunca" recibió ninguna queja ni tuvo conocimiento de ella. "Sé que hubo una investigación pero a nosotros nunca nos preguntaron nada", afirma. En el caso de Sobradelo, el director Alfredo Guitián asegura que solo se registró una única incidencia por una "tontería" que "no tiene que ver con ningún tipo de abuso sexual" y que el propio profesor resolvió hablando con la madre. "Al final ella me pidió perdón porque todo había sido un malentendido", explica Guitián que también considera "normal" que un alumno se siente en las piernas de un profesor. "Yo lo vi una vez cuando entré en su clase a llevarle unos papeles, estaban haciendo un trabajo y todos los alumnos estaban a su alrededor en la mesa, uno de ellos en sus rodillas, pero eso es habitual cuando hablamos de niños pequeños", precisa.

La primera alarma saltó en la primavera de 2010, cuando la conversación "tranquila" de una madre con su hijo reveló "comentarios de lo que pasaba en el aula de ese profesor que no tenían nada que ver con una clase de Religión". La primera reacción de la madre fue presentar una queja ante la dirección del centro y esperar a que se adoptasen las medidas oportunas. Pero no llegaron. Al inicio del curso siguiente, en septiembre, Agustín O.G. seguía como docente del centro, lo que llevó a los padres de este alumno a renunciar a que su hijo y otro hermano (que no comentó abusos) impartiesen clases de Religión cambiándolos para Alternativa Educativa.

Lo siguiente fue trasladar el problema a la ANPA, que decidió actuar inmediatamente. El conocimiento de un caso "tan grave" llevó a los padres a comentar el tema con sus hijos y otra madre más observó alarmada como el testimonio de su hijo coincidía con el que había dado el primero. "Los masajes en la espalda, chuparles las orejas en presencia de otros alumnos y subirles en sus rodillas para tocarles por debajo de la ropa... eso un niño pequeño no se lo inventa". Algunos niños no comentaron ser víctimas de los supuestos abusos, pero sí testigos de este comportamiento.

Las dos quejas se presentaron formalmente en el Consejo Escolar del centro y de ahí se trasladaron a la delegación de Educación, que tomó cartas en el asunto. "Actuaron con rapidez", señala el delegado territorial de la Xunta, Rogelio Martínez, decretando la suspensión de empleo y paralizando el proceso de adopción de un menor que Agustín O.G. había iniciado. "En menos de un mes el expediente estaba en Fiscalía", asegura Martínez.

Los miembros de la ANPA del colegio de Rubiá acordaron por unanimidad denunciar los hechos y se han mantenido en silencio hasta la fecha. "Decidimos ir a por todas porque el problema había que afrontarlo, no valía con trasladarlo, y tardamos un día en denunciar", señala una de las madres, satisfecha por la investigación.