Aprender las claves para poder emanciparse o al menos para ser lo más independiente posible pese a seguir en el hogar familiar. Con este objetivo bajo el brazo, jóvenes coruñeses con discapacidad intelectual acuden dos veces por semana a los talleres de vida independiente que imparte la asociación Down Coruña y en los que les enseñan a valerse por sí mismos y a asumir el rol de adultos. Una teoría que llevan a la práctica en un piso en el que conviven durante varios días para adquirir las rutinas de compaginar vida laboral y doméstica y en el que ellos se encargan de todo: desde hacer la compra hasta cocinar o llevar la contabilidad de los gastos. Todo un reto que ya han superado cuatro jóvenes que han pasado cinco días en el piso. "Estoy muy contenta, pero eché de menos mis cosas", reconoce Olalla Conde, de 27 años, que pasó una semana en el piso y ya piensa en repetir la experiencia.

El proyecto bautizado como Yo por mí mismo permite que personas con discapacidad intelectual se independicen por unos días aunque eso sí, siempre bajo supervisión. "En las primeras estancias, de fin de semana, había trabajadores de la asociación 24 horas con ellos, pero ahora no. Solo les acompañamos en las comidas y cenas, en tareas que pueden conllevar cierto riesgo como poner la lavadora o como apoyo para hacer la compra", indica el coordinador de este proyecto, Borja Dorado, quien añade: "Es una especie de piso de universitarios, pero con cierto control".

Un cuadro en la cocina fija el plannig de los huéspedes para la semana: desde los horarios laborales de cada uno a el menú diario o el reparto de tareas domésticas. Un sistema para que tanto chicos como trabajadores de Down Coruña se organicen. "Nos preocupamos de que lleguen a tiempo a trabajar, por ejemplo. En la última estancia, en la que convivían Olalla y Fani, solo trabajaba esta última y cada día nos encargábamos de llamarla por teléfono para asegurarnos de que se levantaba a tiempo. Antes de llegar al piso hicimos una prueba para ver el tiempo que necesitaba en llegar a trabajar", añade Dorado.

Pasar una semana en este piso permite que los jóvenes aprendan a valerse por sí mismos en cuestiones domésticas -muchos se estrenan en la cocina o ante una plancha-, pero también les inicia en la toma de decisiones. "Ellos fijan el menú y después superviso que sea una dieta equilibrada, que las cenas sean ligeras...", indica Dorado, quien añade: "Además deben llevar la contabilidad de los gastos. Les damos una hoja y deben apuntar el dinero que pone cada uno -porque hacen un bote- y lo que fueron gastando en la compra".

Quienes han pasado por el piso, ya piensan en repetir. Olalla Conde es una de ellas. Esta joven coruñesa, que trabajó en una tienda de deportes pero ahora está en paro, terminó el pasado viernes su semana de convivencia que califica de muy buena. Ni el reparto de tareas ni la cocina supuso ningún conflicto. "Cocinábamos las dos y para hacer las cosas seguíamos un esquema que teníamos hecho", indica Olalla, quien estaba encantada de compartir techo con Fani, su amiga desde hace 7 años. "Lo que más me ha gustado es hacer las cosas por mí misma. A la hora de cocinar, por ejemplo, he comido mejor que en casa porque al hacer yo la comida, me gustaba más", indica Olalla, quien reconoce que entre lo que más le costó de su independencia temporal fue "pelar las patatas". "Al final es un aprendizaje como el que ha tenido todo el mundo. Como todos tienen que cometer errores -que se le queme la comida o calculen mal a la hora de ir a hacer la compra- para aprender", añade el coordinador del programa.

De forma puntual, otros alumnos del programa de vida independiente pueden pasar a tomar café o comer con quienes están en el piso. Es el caso de Mónica Pastoriza, una joven de 35 años que pasó un día con Olalla y Fani. "Por cuestiones familiares no puedo estar más tiempo en el piso, pero un día sí", indicaba esta coruñesa que reconocía que lo que más le apetecía de su estancia era relacionarse con sus amigas, "estar con ellas y charlar". A estas visitas se suman la de los padres, que toman café una tarde. "Por la semana pueden llamar a sus hijos cuando quieran, pero lo ideal es no más de una vez al día. Durante su estancia nosotros tenemos el teléfono disponible las 24 horas. Lo ideal es que no haya un doble control por parte nuestra y de los padres", indica Borja Dorado.

Nueve jóvenes han pasado ya por este piso, cedido a Down Coruña por el Instituto Galego de Vivenda. "Los requisitos son estar en el programa de vida independiente y tener o estar buscando empleo", indica Dorado, quien recuerda que la asociación empezó de cero. La entidad se encargó de amueblarlo -gracias a la ayuda de Repsol y la ONCE- y costea los gastos de mantenimiento ya que los jóvenes solo corren con el gasto de la comida que adquieran en la estancia. El objetivo, dar una esperanza de futuro a este colectivo. "Esta experiencia les da seguridad y le permite reflexionar sobre qué pasará el día de mañana. Saben que se valen por sí mismos y que aunque vivan con familiares serán totalmente independientes", indica Dorado.