Finlandia suena a teléfonos móviles y hielo. País blanco que de vez en cuando saca a España los colores. Ocurre cuando se publican las estadísticas sobre educación. Dentro de dos meses, hacia abril, se repetirá el ritual del sonrojo cuando se den a conocer los resultados de las pruebas PISA 2012, en las que Finlandia siempre está a la cabeza del mundo y España lucha por no perder de vista la cola del pelotón.

El programa de televisión Salvados ha vuelto a poner de actualidad un sistema educativo que funciona, sin apenas fracaso escolar, gratuito y en una abrumadora mayoría, público. Este reportaje trata de buscar diferencias en la enseñanza de Finlandia y España y de analizar las similitudes, que también las hay.

El psicólogo escolar Javier Melgarejo ofrecía recientemente en una entrevista a un medio de comunicación nacional un dato que por sí solo daría por concluido el debate: el 80% de las familias finlandesas acude a una biblioteca durante el fin de semana. No son por el norte de Europa más listos que aquí, pero mientras en España se ha vivido del ladrillo, el chiringuito y el Estado, en Finlandia tienen claro que el futuro está en la sociedad del conocimiento, en la capacidad para innovar, producir y exportar calidad en todos los sentidos.

Dicho esto, es preciso analizar en menudo los dos sistemas de enseñanza, sus virtudes y sus defectos. Para empezar, Finlandia se gasta mucho más en educación, alrededor del 6% del PIB nacional, por el 4,5% de España. Punto y medio hablando de magnitudes de productos interiores brutos, algo así como la riqueza global de un país, es una diferencia ingente. Los finlandeses tienen una ventaja, y es que no es lo mismo administrar la enseñanza para 5,3 millones de habitantes que para 47 millones, la población española. Solo Madrid ya tiene más población que Finlandia.

Los dos sistemas tienen enseñanza gratuita, pero la gratuidad en España es relativa. Allí ningún alumno paga libros, comedor, transporte escolar ni material de clase. Primera conclusión: el esfuerzo público finlandés en educación es mayor que el español.

Los niños finlandeses comienzan un año más tarde que los españoles la enseñanza obligatoria, a los 7, y en toda la Primaria dan muchas menos horas de clase. Un curso para un niño finés de 9 años supone poco más de 600 horas, mientras que en España, la permanencia en clase ronda las 875 horas.

Si empiezan un año más tarde y tienen muchas menos horas de clase, ¿cómo es posible que a los 9 años (el 4º de Primaria en España) los niños finlandeses ganen por goleada a los españoles en competencia matemática? A esa edad, casi la mitad de nuestros socios del norte han logrado un nivel matemático alto o muy alto en las pruebas internacionales IEA (las PISA de Primaria), mientras que España se queda en el 17%. En comprensión lectora, el 18% de los niños finlandeses presenta niveles de excelencia, en comparación con el 4% de los españoles. Segunda conclusión: comenzar antes a estudiar o estar mucho tiempo en la escuela no garantiza resultados.

El 8% del fracaso escolar en Finlandia se compara con el 30% español. Hay razones sociológicas para explicar tanta diferencia, pero algo tiene que ver el sistema finlandés de clases de apoyo y desdobles. España no es ajena a este complemento académico, pero de seguir la marcha atrás presupuestaria, los desdobles van a convertirse en un lujo no accesible a buena parte de los centros. La población finlandesa es más homogénea que la española, lo que permite trabajar más eficazmente pero, al contrario de lo que pudiera pensarse, la diferencia porcentual de la población escolar inmigrante entre los dos países no es tan amplia: el 3% en Finlandia y algo más del 5% en España.

Cuando la orientación educativa funciona, las repeticiones de curso se reducen. A pesar de los bajos niveles de exigencia académica, ningún país del entorno hace repetir a sus alumnos tanto como España: el 36% de los escolares repite curso alguna vez, pero los repetidores siguen teniendo peores resultados que los no repetidores en las pruebas PISA. Tercera conclusión: el sistema no funciona mejor rebajando la exigencia a todos, sino enfocando esfuerzos en los que más lo necesitan.

La escuela privada es residual en Finlandia, apenas un 2% (por supuesto, no hay conciertos educativos). En España, la escuela pública supone el 70% del sistema. No son datos que expliquen las diferencias en las pruebas internacionales porque se ha demostrado que las notas en Ciencias, Matemáticas y Lectura de los estudiantes españoles en PISA no dejan entrever resultados dispares entre alumnos de colegios públicos y privados, sean concertados o no.

Con todos los defectos, el sistema educativo español es equitativo, como el finlandés. Las fuentes de financiación, muy parecidas: Estado y municipios. En España, también las administraciones autonómicas. Algo los diferencia. En Finlandia, los niños tienen a un solo profesor durante su trayecto educativo en la Primaria.

La consideración social del docente finlandés es muy alta. No ocurre lo mismo en España. Todas las facultades de formación del profesorado de ese país tienen notas de corte altísimas, por encima del 9. Entra un 10% de los aspirantes, que se enfrentan a más de seis mil horas de formación durante cinco años. Ese pedigrí académico nunca lo ha tenido España, a pesar de que el nivel del profesorado es más que notable y equivalente al de cualquier de los países del entorno. Cuarta conclusión: sistemas de enseñanza equitativos, pero consideración social del profesorado muy distinta.