Una explosión accidental le dejó ciego con solo 14 años y en una época en la que la ONCE todavía daba sus primeros pasos. Apenas había gente que pudiese enseñarle el sistema braille y tuvo que aprender a manejarse por la ciudad él solo. Pese a todo, el coruñés Manuel Naveira cree que, a la hora de aprender a ser autónomo, es mejor quedarse sin visión de joven. "De mayor es más difícil aprender a ser independiente. Incluso aprender el braille es más complejo porque no se tiene el mismo tacto", señala este coruñés.

Vecino de Betanzos comenzó a aprender braille con una monja de esta localidad. Tras ser trasladada a otra zona, Manuel intentó ir al colegio para ciegos de Pontevedra, pero sus padres pensaron que no era buena idea. "Al final, con 17 años me vine a A Coruña, pero me dijeron que ya era tarde, que con 18 debería dejar el colegio y me quedé sin poder estudiar", señala este coruñés, al que le habría gustado continuar su formación musical.

Tras perder esta oportunidad, Manuel decide trasladarse definitivamente hasta A Coruña y comienza a vender el cupón, una profesión en la que trabajó el resto de su vida y que define como "maravillosa" y gracias a la que tuvo muchas amistades. "Estuve 35 años en la calle Real y me conocía todo el mundo", sostiene. Él fue testigo de la evolución de este juego de azar y de las condiciones de sus trabajadores. "En los años 60 hicimos huelgas para reivindicar mejoras laborales pese a que estaba prohibido", recuerda y confiesa que los vendedores actuales tienen más facilidades gracias a la tecnología.

Aprender a vivir sin vista también es más fácil ahora que cuando Naveira era un adolescente. "No había cursos para aprender a caminar con bastón. En aquella época la gente iba con chicos que les hacían de lazarillo. Yo, sin embargo, aprendí solo. Iba con el bastón por las calles del centro, contando los cruces y al final, logré defenderme perfectamente, vivía con total independencia, iba y venía a Betanzos solo", indica Naveira, quien reconoce que, en su juventud, vivió al máximo. "Durante diez años vivía la vida a tope, ni me daba cuenta de que era ciego", dice.

Amante del teatro, Manuel acudía durante su tiempo libre a clases de interpretación. Durante 20 años formó parte de la agrupación Balacar, un grupo de aficionados que en aquella época recorrían España e incluso viajaban al extranjero para representar sus obras.

Para quienes se quedan ciegos, Naveira pide que tengan paciencia. "Todo se puede solucionar y con constancia se logra lo que quieras aunque habrá a quien le lleve más tiempo", afirma.