Los médicos de cabecera pasarán a controlar la mayor parte del presupuesto sanitario en aplicación de una reforma del servicio nacional de salud (NHS) que ayer entró en vigor en Inglaterra.

Aunque esto reporta en principio la ventaja de que los servicios los contratan las personas que mejor conocen las necesidades de los pacientes, los sectores críticos denuncian que se fomenta la competencia del sector privado, que podrá licitar para hacerse cargo de ciertas prestaciones.

Las principales asociaciones de médicos y enfermeras han criticado además que las nuevas labores de gestión robarán a los doctores tiempo para pasar consulta.

Paralelamente, el Ejecutivo de coalición entre conservadores y liberaldemócratas suprimirá 20.000 empleos, principalmente de gestión en el NHS, con un coste de más de unos 1.000 millones de libras (1.180 millones de euros) que espera amortizar para 2015.