El escritor y periodista zaragozano Luis del Val presentó ayer en Santiago, con el humor y la ironía que le caracterizan, Reunión de amigas, con el que ganó el Premio Logroño de Novela. Una vez más, las mujeres son las protagonistas de su libro.

-Una de sus protagonistas, Marta, lamenta que la sociedad solo se fije en los individuos que "cagan más alto" en riqueza, deportes... ¿Es así de patético?

-Desgraciadamente han cambiado las jerarquías de valores y las gratificaciones que había antes en la sociedad -la económica, la profesional íntima y la social- se han disociado por completo. Ser médico o maestro antes tenía gratificación social porque la gente te veía bien. Ahora al maestro va el padre del alumno a pegarle y el mejor médico es aquel que gana más dinero. Estamos trastocando lo que siempre han sido los valores de la sociedad y poniendo el dinero y la potencia y el poder por encima. Los admiramos.

-Marta también añade la corrupción. ¿Genera admiración?

-Sí. Pero lo peor es que genera imitación; es lo más tremendo. Toda sociedad puede permitirse un porcentaje de corrupción. Incluso diría que es necesario, como en el cuerpo es necesaria cierta cantidad de toxinas, porque un cuerpo limpio de ellas a lo mejor podría no funcionar. Sin embargo, cuando empiezan a alcanzar un porcentaje elevado matan al cuerpo. Creo que toda sociedad tiene un grado admisible, digerible, de corrupción, pero cuando se va extendiendo por todas partes empieza a ser preocupante y puede matar al cuerpo social.

-¿Ve riesgo en España?

-Es un momento preocupante. La solución pasaría por una pedagogía para un cambio de valores, que se denostase al corrupto, y no admirar al que hace las pequeñas corrupciones que todo el mundo hace.

-Otro de sus personajes, Almudena, es víctima del exilio del campo a la ciudad. Ahora estamos viviendo otra emigración.

-El mundo se repite, las historias son cíclicas. Hace años la gente se marchaba con una maleta atada con cuerdas porque no cerraba bien sin saber un idioma a Alemania. Ahora se vuelve a repetir, con la ventaja de que la maleta ya no hay que cerrarla con cuerdas y los que se van por fortuna conocen idiomas y están más preparados. El problema que eso genera es que nos ha costado muchos millones formar a esa gente y ahora, cuando están en la etapa en la que podrían dar beneficios al país, van a proporcionárselos a otro que no costeó su formación.

-¿Cree que la crisis tiene fecha de caducidad?

-Las economías tienen sus ciclos y de esas se sale. Lo que más me preocupa es la crisis moral porque de esa es más difícil de salir. Además Marx, que se equivocó en muchas cosas, tenía razón en una: en una sociedad la moral dominante es la de la clase dominante. Si la clase dominante es corrupta esa será la moral que será imitada por las otras y eso es lo que está ocurriendo. Porque cuando vemos quienes son los grandes corruptos, resulta que es el yerno del rey, el presidente de una comunidad...

-En su obra aborda el maltrato, que aguantan mujeres que no dependen económicamente de sus maridos. ¿Por qué?

-Por respeto, que pesa mucho aún entre la burguesía y en los ambientes rurales, y por no reconocer el fracaso ante los demás. Quería reflejar cómo el maltrato psicológico es terrible, porque llega a anular la personalidad.

-En su libro alguna mujer cuestiona lo del príncipe azul. ¿Ya ha pasado de moda?

-Creo que todo ser humano cree en el príncipe azul y en la princesa rosa. Creo que a todo el mundo le gustaría ser romántico, pero el inspector de Hacienda y la realidad no te dejan.

-¿El escepticismo sienta bien a partir de los 50?

-Sí, para sobrevivir cuando el príncipe azul o la princesa rosa ya destiñen un poco.