Algunas personas que conocieron a Encarnación Crespo se refieren a ella como "una mujer absolutamente normal", mientras otras dan cuenta de ciertas características de su carácter que podían indicar en ocasiones un trato difícil. En la residencia del Amor de Dios, donde vivió sus últimos años, rehusaron hacer comentarios sobre la finada, y se limitaron a señalar: "Nunca tuvimos ningún problema con ella". Otras fuentes hablan de una mujer "un tanto especial, en todos los sentidos". Incluso cuentan que llegó a ofrecer al Obispado la propuesta de crear una parroquia en el centro de la ciudad, que ella financiaría, a cambio de que le pusieran su nombre, idea que al parecer fue rechazada por las autoridades eclesiásticas.