Sonriente, con agilidad y con la austeridad en el atuendo que le caracteriza, el Papa llegó ayer a Río de Janeiro para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Nada más atravesar la puerta del avión, miles de gritos de bienvenida le recibieron y, al pie de la escalerilla, le esperaba la presidenta, Dilma Rousseff, y dos niñas que le entregaron sendos ramos de flores y a quienes besó. Es el primer viaje internacional de Francisco y lo hace a su continente de origen, América. Le espera una apretada agenda de trabajo durante una semana.

Con una valija negra como equipaje de mano, Francisco inició el que será su único viaje al extranjero este año. Se había dicho que no mantendría el habitual encuentro informativo de preguntas pactadas con los periodistas, pero sobre las diez y media de la mañana, apareció en la zona del avión dedicada a los informadores. Bergoglio les habló del sentido de su viaje a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y saludó, uno a uno y durante una hora, a los 70 enviados especiales. De pie, sin papeles, Francisco lanzó un fuerte mensaje contra "la cultura del desecho", que no solo amenaza a los jóvenes -"una generación sin trabajo por la crisis mundial"- sino también a los ancianos. "Los dejamos de lado", explicó el Papa, "como si no tuvieran nada que ofrecernos, pero tienen la sabiduría de la vida, de la historia, de la patria, de la familia. Un pueblo no tiene futuro si no va adelante con los dos extremos: con los jóvenes porque tienen la fuerza y con los ancianos porque tienen la sabiduría de la vida".

Pese a haber usado por motivos de seguridad un vehículo blindado para desplazarse desde el aeropuerto internacional de Río de Janeiro hasta el centro de la ciudad, el Pontífice abrió la ventana del automóvil para que el público pudiese verle. Francisco saludó a las pocas personas que vieron su comitiva pasar por la Línea Vermelha (Línea Roja), una vía rápida que atraviesa algunas de las barriadas pobres que componen el llamado complejo de favelas de la Maré.

La comitiva pasó por numerosas favelas donde el gobierno regional aun no ha aplicado un programa para "pacificar" las barriadas controladas por bandas de pistoleros e instalar puestos policiales permanentes.Y prácticamente tuvo que parar debido a la cantidad de personas que quería acercarse al vehículo para saludarlo. Después, cambió al papamóvil, ya sin blindaje.

Por otro lado, la policía de Sao Paulo detonó una bomba casera encontrada en uno de los baños del Santuario Nacional de Nuestra Señora de Aparecida, que será visitado por el papa Francisco en los próximos días.