Sí, sí, has leído bien. Se está poniendo de moda, aunque siempre lo hemos hecho en mayor o menor medida porque seguro que comes ensaladas (crudas), frutas (crudas) y habrás probado alguna vez el carpaccio (crudo) o el steak tartar (crudo). Pero no debemos exagerar, volver al pasado (cuando no existía el fuego) y llegar a lo que se denomina crudivorismo, movimiento que se extiende por todo el mundo y preconiza la idea de comerlo todo, absolutamente todo, crudo.

Los expertos señalan que el consumo habitual de alimentos crudos podría favorecer la digestión, el control de la glucemia y del peso, retrasar el envejecimiento y aumentar la vitalidad. Estas interesantes propiedades se deben a que son ricos en nutrientes reguladores y antioxidantes y contienen enzimas que ayudan a hacer la digestión, optimizando el aprovechamiento de los nutrientes. En su composición, destacan: vitaminas, sales minerales, oligoelementos, fibra, enzimas y otros fitoquímicos.

Los alimentos crudos (como verduras y frutas) conservan íntegramente sus nutrientes frente a los cocidos que han perdido algunas propiedades, ya que las vitaminas, entre otros, se destruyen al calentar los alimentos. Introducir crudos (mejor orgánicos y frescos) mejora el valor nutricional del menú, resultando ideal consumir 40-50% de alimentos crudos en cada comida e ir adaptándose poco a poco.

Como ventajas, destacaríamos:

-Masticas más y mejor, lo que reduciría la hinchazón abdominal y los gases.

-Las enzimas mejoran las digestiones, combatiendo la dispepsia y la flatulencia.

-Resultan más digeribles y ligeros porque no llevan salsas.

-La fibra ayuda a controlar la glucemia y el peso corporal, por lo que son buenos en casos de diabetes y obesidad.

-Mejoran el equilibrio intestinal y favorecen la digestión. Las colonias de microorganismos del colon están más equilibradas, lo que favorece la absorción de nutrientes y la producción de sustancias de interés para la salud.

-Aportan más energía vital porque el calor elimina o reduce el contenido en vitaminas, antioxidantes y sales minerales. Destaca como excepción importante el licopeno del tomate, que es más activo tras la cocción.

-Retrasan el envejecimiento porque contienen antioxidantes neutralizadores de los radicales libres formados en el organismo por el consumo de tabaco, la polución ambiental, las radiaciones solares, etc.

-Ayuda a regular el equilibrio sodio-potasio. Con la alimentación tradicional ingerimos un exceso de sodio y poco potasio.

-El estreñimiento mejora si tomas alimentos crudos ricos en fibra que acelera el movimiento intestinal, capta agua, aumenta el volumen fecal y favorece la evacuación de las heces.

-Ahorras tiempo y energía para cocinar.

Pero no todo son ventajas. Podemos destacar (entre los inconvenientes) que su ingesta favorece la transmisión de ciertas enfermedades bacterianas (que serían destruidas con el calor de la cocción), que algunos, consumidos en crudo, pueden producir hinchazón y gases (al cocinarlos, las fibras se ablandan facilitando su digestión), que generan sensación de frío en invierno, que contienen los denominados antinutrientes que dificultan la absorción de algunos nutrientes y serían destruidos con la cocción (como las saponinas de las legumbres o los taninos de té y café que dificultan la absorción de hierro, la avidina de la clara de huevo que impide la absorción de vitamina B 8 o fitatos y oxalatos de los vegetales que impiden la absorción de hierro y calcio) y que algunos alimentos mejoran su sabor al ser cocinados (carne, pescado o marisco saben mal crudos, se descomponen rápidamente y pueden contener bacterias).

Cuando pensamos en alimentos crudos nos centramos en los del reino vegetal, pero no debemos olvidar que también se incluyen: sushi, lácteos, carpaccio, etc. Destacaremos:

-Ensaladas: como quieras y en todas sus variedades: lechuga, escarola, rúcula, canónigos, espinacas, etc. Elige brotes tiernos y ya envasados en atmósfera especial (hay muchas marcas que lo comercializan con estándares de calidad muy altos) y combínalos con fruta fresca o desecada, frutos secos, pavo, pollo, huevo cocido, etc. manipulados en condiciones higiénicas.

-Fruta: de todo y siempre. Opta por la natural y fresca, resultando perfecta la de temporada. Lávala bien.

-Frutos secos; castañas y avellanas (muchos antioxidantes), nueces, sésamo (cuidado los alérgicos), pipas de girasol o calabaza, etc. No abuses porque tienen un elevado contenido calórico, pero son muy recomendables para la salud y puedes consumirlos moderadamente.

-Frutas desecadas: pasas, orejones, higos, dátiles, ciruelas, que son fuente de energía (también muy calóricos) y concentran los nutrientes de las frutas frescas.

-Aceites: mejor crudos que cocinados, porque se oxidan y se reduce su calidad organoléptica y nutricional. Los vírgenes en crudo son ricos en ácidos monoinsaturados, muy recomendables para el corazón.

Recomendamos una posición intermedia. No puedes comer únicamente alimentos cocinados o solamente crudos. Intenta combinarlos adecuadamente e incluirlos en la dieta diaria para mantener tu salud. Y sé muy cuidadoso con la higiene para evitar intoxicaciones alimentarias ya sea en crudos o cocinados. Consulta cualquier duda a tu médico.