Una playa gallega. 18.30 horas. Entre las toallas caben pocos alfileres y lo mismo ocurre en las zonas de estacionamiento. Tras un estruendo de encendido, el altavoz instalado en el arenal reclama la presencia de la familia o tutores de una mujer de 77 años en el puesto de Cruz Roja. Más tarde se sabría que, desorientada, no encontraba su toalla, ni a sus acompañantes, según aseguraron los voluntarios.

Media hora más tarde. 19.00 horas. La llamada del puesto de socorro se repite, pero esta vez la alerta es sobre la búsqueda de un hombre de 67 años. De nacionalidad portuguesa e integrante de una excursión, sus compatriotas le buscan para emprender la marcha.

Son casos afortunadamente con final feliz -ambos quedaron resueltos ese mismo día- pero no dejan de repetirse en fechas estivales. Muchas personas mayores se desorientan o llegan a perderse totalmente confundidos por la muchedumbre y el tórrido calor. Las playas grandes y romerías muy concurridas son focos de riesgo.

El gerontólogo gallego Andrés Vázquez explica que en ocasiones la pérdida de referencias espaciales puede afectar a mayores sin ningún trastorno previo; solo la ropa desconocida y el cambio de lugar puede desorientarles.

A estas causas, fuentes de la Policía Local añaden los casos en los que un miembro de una pareja se marcha sin rendir cuentas de a dónde. La familia se preocupa por el paradero de la personas, que luego aparece.

Nada se sabe, sin embargo, de Antonio Chantrero, un octogenario con incipiente demencia senil que se perdió el 18 de julio en una romería en Ourense. Por eso, conviene extremar precauciones con personas que sufren deterioro cognitivo.