En esta época de crisis económica, donde las vacaciones tradicionales y el turismo convencional sufren una extraordinaria regresión, los estilos de viaje alternativos no dejan de crecer. Existen desde rutas solidarias que combinan turismo y ayuda humanitaria hasta el intercambio de casas, el woofing o alojamiento en granjas ecológicas a cambio de trabajar en ellas, o el couchsurfing,prestar a un viajero el sofá de casa para descansar.

Los intercambios de casa son uno de los tipos de vacaciones low cost con más adeptos. Este sistema de viaje consiste en pasar determinado periodo de tiempo en casa de otra persona en cualquier lugar del mundo, que a su vez ocupará el hogar del usuario durante ese espacio temporal. Este tipo de intercambios pueden suponer un ahorro de cientos e incluso miles de euros. Su éxito no deja de aumentar y cada año hay más ciudadanos que optan por este sistema para irse de vacaciones.

Yolanda Sánchez, santiaguesa con tres intercambios de casa a sus espaldas, manifiesta que "lo lógico en estos tiempos es cooperar, colaborar y compartir". "Además con este sistema sumas a tu disfrute el de saber que has ayudado también a otra familia que se encontraba en tu situación", indica.

El profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Oriol Miralbell opina que lo curioso de este fenómeno "es que no solo responde a la crisis, sino a un cambio en la filosofía de vida, a una manera diferente de percibir el mundo". Añade asimismo que "quien practica este tipo de turismo es, por ahora, un sector minoritario, gente que concibe la economía y la sociedad desde una perspectiva menos mercantilista que la habitual. Podríamos llamarlo turismo social colaborativo."

Lorenzo Vázquez, vecino de la localidad coruñesa de Ames, ha realizado junto a su esposa tres intercambios de casa y, pese a lo que se pueda pensar ante la posibilidad de ceder la vivienda propia a un completo desconocido, declara que "hasta el momento no hemos tenido ningún problema" y añade: "De hecho, actualmente estamos en un intercambio, pasando unos días en Huelva, y ayer nos levantamos con el apartamento inundado por un fallo del calentador de agua. Llamamos a un fontanero y asunto arreglado. Hablamos con el propietario del piso y nos dijo que no nos preocupásemos, que quedaba en una anécdota ".

Yolanda Sánchez reconoce la posibilidad de riesgos en este tipo de procesos. "Está claro que podrían existir ciertos riesgos, hablando desde un plano objetivo no te digo que otras familias no hayan podido pasar un mal trago, pero, por lo menos, ni yo ni nadie que conozca ha tenido jamás problemas con estos intercambios. Por mi parte, somos una familia con tres hijos, obviamente no vamos a montarla en casa ajena, y supongo que mucha gente pensará lo mismo", indica.

Otra ventaja es que, en las páginas web en las que estos viajantes conciertan sus intercambios, es habitual tener que incluir el mayor número de datos posibles, y los usuarios pueden escribir opiniones en los perfiles de otros, sobre las experiencias que hayan tenido con ellos.

Ana Cavallé, vecina de Sada, explica que se enteró de la existencia de este tipo de propuestas "por un anuncio de televisión" y que, pese a mantener "un cierto escepticismo, sobre todo al principio" terminó por atreverse, ya que "la web en la que realizamos el contacto con las otras familias ofrece muchos datos, y nos da la posibilidad de hablar directamente con ellos y así seleccionamos nosotros de primera mano quién entra en nuestra casa".

Para el profesor Miralbell, en este tipo de intercambios "apenas existen realmente conflictos". "Todo depende de nuestra actitud, con lo que queremos minimizar el riesgo", indica, aunque reconoce que existen inconvenientes. "Dependes de los demás, puesto que quienes intercambian deben ponerse de acuerdo y no pueden programar su estancia con libertad, pero, desde luego es una forma de viajar al alza y que probablemente gane adeptos con el tiempo".

Otra forma de viajar barato es el couchsurfing, amparado en una red social con miles de participantes en toda Europa, y que consiste en la cesión, por parte de los usuarios, del sofá de su casa a los viajeros que lo soliciten, existiendo además la posibilidad de enseñarles la ciudad. El profesor Mirabell opina que "mientras que el couchsurfing o el woofing tienen un carácter marcadamente individual, sobre todo el primero, el intercambio de casas es más recurrido por las familias".

Junto a su marido y sus tres hijos, Yolanda Sánchez ha participado ya en tres intercambios de casa, todo ellos "muy satisfactorios". Entre sus razones, no solo se encuentra la economía. "Es que además queremos demostrar que puedes vivir y viajar por el mundo sin caer en el camino consumista que nos trazan. ¿Qué sentido tiene que yo y mi familia cerremos nuestra casa y nos vayamos de vacaciones a una ciudad, a un hotel y paguemos un dineral? ¿No es mucho más lógico que otra familia disfrute de mi casa mientras yo estoy fuera y yo pueda disfrutar la de ellos?", sostiene.

Desde la semana pasada, se encuentra en Huelva disfrutando de un intercambio de 10 días. "¿Qué familia normal y corriente de cuatro mienbros se podría permitir esto? ¿Sabes el dineral que sería solo en hotel?", dice.