La serie de Exorcismo en... es como Españoles por el mundo. Tan rápido los ves en Connecticut como en Georgia, como se te van a Nueva York. Ya nos lo dijo Rouco cuando abrió una escuela de exorcistas en Madrid, "el diablo está en todas partes". Pero vamos con la segunda entrega, en la que se desplazan al estado que tiene a Atlanta como capital. Ocurre lo de siempre: una niña contacta con los fantasmas y estos le dicen cosas terribles sobre la época esclavista. Pero, claro, con todo fantasma hay posibilidad de que se presente un "mal del de verdad" y la niña se ve poseída por espíritus realmente maléficos, maléficos de narices.

Basada en un caso "real" (nótese las comillas al estilo Cuarto milenio), Exorcismo en Georgia no se sostiene tampoco en la ficción. Rodada como si se tratase de un telefilme al peso y con un reparto de actores en modo alimenticio, el filme no acaba de funcionar nunca. Tom Elkins no trata de facturar un producto que se salga por algún borde (eso sería una locura, claro): lo suyo es más bien replicar lo que le pida el estudio o los productores y le sale un producto sin vida, automático y, lo que es peor, que no da miedo. Aparte de todo esto, tenemos que aguantar el choteo de que nos lo vendan como un caso verídico con los protagonistas reales saludando al final del metraje. Todo muy loco. Demasiado.