La entrevista concedida por el papa Francisco a las revistas de la Compañía de Jesús ha desatado tantas pasiones como interpretaciones. Comenzando por las reacciones de la extrema derecha eclesial -utilizamos esta imprecisa terminología de acuerdo con la frase de Bergoglio de que "jamás he sido de derechas"-, hay quien afirma que Francisco es "el Zapatero de los Papas", o también, un "Papaflauta". En cuanto a la izquierda, la aceptación y congratulaciones por sus respuestas ha sido generalizada. ¿Y qué sucede con la derecha, el centro-derecha y el centro, que probablemente son los sectores más amplios de la Iglesia en Europa y Norteamérica? En esa porción del Pueblo de Dios es donde más han abundado las hermenéuticas e interpretaciones. Hay hermenéuticas del desconcierto. Por ejemplo, ¿quiere decir el Papa que los obispos han de cesar en el empeño de que sus respectivas naciones no legislen a favor del aborto o del matrimonio homosexual? O también: ¿qué quiere decir Francisco con que nunca ha sido de derechas?

En esta última cuestión es donde la exégesis más se ha empleado. El autor de la entrevista, el jesuita Antonio Spadaro, explicó que Bergoglio se refería exclusivamente a que no tuvo nada que ver con la derecha argentina que respaldó la dictadura militar. Pero vayamos a las palabras del Papa, que explicaba en su respuesta cómo por su comportamiento "autoritario", siendo superior provincial de los jesuitas argentinos, había sido acusado de "ultraconservador", pero había sido ajeno a la derecha. Por tanto, se concatenan conceptos -derecha autoritaria y derecha ultraconservadora-, que al menos en el imaginario colectivo van unidos y que suelen asociarse al funcionamiento de la Iglesia jerárquica.

Bien es cierto que pueden darse personas con ideas de izquierdas (no es el caso de Bergoglio),y temperamento de derechas, esto es, autoritarias, según el tópico, aunque lo contrario es más difícil. Por otra parte, es imposible que un tradicionalista católico milite civilmente en el comunismo, pero también es casi inverosímil que lo haga en el liberalismo o en partidos de centro-derecha o derecha, del mismo modo que ese mismo tradicionalista aborrece al centro o al centro-derecha eclesial, por ejemplo al Opus Dei o a Comunión y Liberación, a los que acusa sistemáticamente de tibieza (por ello, calificar al Opus de ultraconservador es un gran error, y lo mismo puede decirse cuando del cardenal Rouco Varela se dice que es un gran integrista).

Volviendo a Bergoglio, a quien, como arzobispo, los tradicionalistas argentinos tenían por caso perdido, es evidente que no se le podría encuadrar en la ultraconservación -término asimilable a ultramontanismo o a integrismo-, pero también son ciertos los datos de que, durante su etapa como provincial, los jesuitas argentinos se dividieron a favor o en contra suya, y fueron los progresistas los que más le rechazaron, y viceversa. Pero en ese contexto, su explicación en la entrevista resulta coherente: se reconoce autoritario en el pasado, pero ni ultraconservador ni de la derecha política. Pero aún con estas matizaciones, el centro y el centro-derecha y la derecha eclesiales siguen haciéndose preguntas. Hay quien sostiene que el Papa ha cometido un gran error al introducir las categorías políticas en su respuesta y que, por lo menos, tendría que haber dicho que él no es de derechas ni de izquierdas, ya que señalar sólo a una parte crea confusión.

Es decir, que un católico practicante, temeroso de Dios y persona de bien, nunca se definirá a sí mismo como "cristiano de derechas", pero muchos de esos católicos han sentido un punto de orfandad al escuchar la afirmación del Papa. Otra cosa es la correlación entre cristianos de derecha o de centro-derecha y una militancia en la derecha política. Como decía cierto articulista hace poco, el PP pertenece hoy a una rotunda derecha sin Dios, al igual que la derecha italiana, es decir, son un mero mecanismo de llegar al poder y mantenerlo, sin idearios ni ideas. Por tanto, salvo los muy leales al partido, muy pocos católicos podrían declararse hoy en la derecha del PP (lo cual no significa que en los días de urnas haya que votar a alguien). Al otro lado, sí hay quienes se definen claramente, por ejemplo, como "cristianos por el socialismo", pero abordar su casuística no es urgente, ya que la entrevista de Francisco les ha resultado satisfactoria en general.

En cuanto a la otra cuestión -si la Iglesia ha de presionar menos en materias morales-, no hemos interpretado que Francisco llame al silencio, sino a la búsqueda de un equilibrio. La Iglesia ha desarrollado unas doctrinas teológica y moral -las dos van unidas- muy amplias, razonadas y acrisoladas a lo largo de siglos. De hecho, constituyen el único código moral hoy vigente. Pero las "grietas" a las que alude Francisco se producen cuando las doctrinas provocan huidas de la Iglesia, o cuando ésta no sabe tratar a las personas afectadas por preceptos morales. Es una grieta pastoral, más allá de que algunos puntos doctrinales debieran ser revisados.

Francisco sostiene que cada persona es única y "un misterio", lo cual, por otra parte, conduce al espinoso terreno de la casuística: cada persona es un caso aparte. Pero la casuística devora la doctrina a la larga. Que se lo digan a los Jansenistas, aquellos adustos señores franceses que aborrecían la magnanimidad pastoral de los Jesuitas (basada precisamente en la casuística), mientras que ellos defendían un estricto rigorismo.

El Jansenismo fue condenado por la Iglesia, pero aromas jansenistas no han faltado después, a lo largo de los siglos, y también en el presente. Con artes de todo tipo, los Jesuitas derribaron el Jansenismo, pero lo que está por ver ahora es si un hijo de San Ignacio, Bergoglio, equilibra doctrina y persona sin que la casuística le devore.