Antes de abrir sus puertas, hace poco más de año y medio, el equipo de la biblioteca del Ágora realizó durante meses una investigación sobre las necesidades culturales que demandaba la gente del barrio. El resultado es una completa oferta de actividades, cuya demanda no deja de aumentar. "Ahí descubrimos, por ejemplo, que había gente que no acudía a actos culturales porque apenas bajaba al centro, que los vecinos querían sitios para que los jóvenes pudiesen hacer sus trabajos escolares o que los mayores precisaban formación en nuevas tecnologías", indica la directora de este centro, Cristina Ameijeiras, que asegura que las bibliotecas del siglo XXI "son una especie de centros culturales que atiende las necesidades del barrio".

"Incluimos cursos o talleres de informática básica porque hoy en día se necesita manejar un ordenador para cosas tan comunes como pedir cita al médico", indica Ameijeiras, quien recuerda que para adultos también cuentan con varios programas que funcionan gracias a voluntarios que ejercen de maestros. "Todos los días por las tardes hay charlas de voluntarios en diferentes idiomas -inglés, francés, alemán o italiano- para que la gente mejore su conocimiento de una lengua extranjera; además tenemos cursos de castellano y gallego para extranjeros y otros voluntarios enseñan a mejorar su lectura a gente mayor que tuvo que dejar el colegio a edades muy tempranas", señala. Dentro de los proyectos con voluntarios, Ágora -al igual que la biblioteca de O Castrillón- cuenta con uno destinado a personas con discapacidad. "Funciona bajo demanda y consiste en llevarles a sus casas los libros o CD que soliciten ya que ellos no pueden desplazarse hasta aquí", resalta.

Pero no solo los mayores del barrio ven cómo la biblioteca responde a sus demandas. "Se crearon aulas para que los jóvenes puedan realizar trabajo; estamos en contacto con el instituto de la zona para reforzar los libros de lectura obligatoria o crear actividades como la de Os libros vivientes", indica Ameijeiras, quien explica que se trata de gente del barrio que viene a contar sus experiencias. "Vimos que éste era uno de los barrios en donde los vecinos mostraban menos alegría por vivir en él. El año pasado vino el dueño de una escuela de boxeo que explicaba cómo jóvenes enderezaban sus vidas con el deporte, una vecina de aquí que emigró y abrió una escuela... El objetivo es que vean la cara positiva de vivir aquí y la verdad es que los chicos quedaron muy contentos", señala. El Ágora también cuenta con un área para videoconsolas. "Hay quien no entiende qué hacen en una biblioteca, pero hay muchos niños que no tienen una en casa y lógicamente aquí no ofrecemos juegos violentos", sostiene Ameijeiras.

Los nuevos tiempos también hacen que la música en vivo tampoco esté vetada en las bibliotecas. "Antes estaba en la de la Sagrada Familia y se hacían conciertos de gente del barrio con una finalidad didáctica", indica. Con unos 4.000 socios y presente en todas las redes sociales, desde el Ágora no olvidan el trato en persona. "No se puede descuidar el trato en sala por las nuevas tecnologías", indica.