Abrir el melón . No quieran leer metáfora donde dice merienda. La infanta Elena visita al padre hospitalizado, que es el rey de España, con un melón bajo el brazo. El rey de España, la tarde de domingo, merienda melón. A un monarca, por muy monarca que sea, le pasa como a todos: que no le apetece el menú hospitalario, por muy de clínica de pago que sea. Y la primogénita detiene la real comitiva en Miajadas para comprar tomates. Como lo oyen: tomates. Que son afamados. Dos cajas, más de veinte kilos. Cándida, más conocida como Chiqui, que es la del puesto de frutas y verduras y tiene 77 años, mira ojiplática. Nunca en su puesto había visto a una hija de reyes. Y Elena de Borbón la saca de dudas: "Sí señora, soy yo". Chiqui pregunta entonces por el trato, si de tú o de usted, si con reverencia. La Infanta le aclara: "Pues como a cualquier persona". Y como a cualquier persona le pesa los tomates, y se los cobra. Pero, seguramente no como a cualquier persona, insiste en regalarle un melón. Y así fue como el melón de Miajadas acabó en el estómago real. El rey Maximiliano de Austria, padre de Felipe El Hermoso y suegro de Juana La Loca, murió en 1519 de una indigestión de melones. Pero ésa es otra historia. Y no viene al caso.

Supervivientes. ¿No querías caldo? Pues dos tazas. No solo Belén Esteban amenaza con volver a televisión (en Telecinco han puesto un marcador con la cuenta atrás, como si se avecinara el fin de año o incluso el fin del mundo) sino que su ex, el camarero Fran Álvarez tiene medio pie metido en la cadena. Se ve que no comparten techo pero sí representante y eso une mucho. Fran quiere hacer telerrealidad, uno de esos espectáculos en vivo de supervivencia: lidiar con fieras, pescar barracudas, rascarse la barriga al sol, esquivar arpones, rasgarse las vestiduras, comer a dos carrillos, bostezarle a la cámara, nominar, chivarse del vecino y que el pez grande se coma al chico. Que viene a ser lo mismo que hace su famosa exseñora, solo que ella sin salir del plató.

La cita Thyssen. Carmen Thyssen-Bornemisza se ha citado con Borja Thyssen-Bornemisza. En un hotel de Madrid. Parece raro porque son madre e hijo, pero tampoco es que sea muy habitual que madre e hijo se tiren de los pelos (metafóricamente hablando) por unos cuadros. Están reñidos desde la boda con Blanca, y denunciados mutuamente. Pero algo ensombrece la aproximación. A decir de los reporteros de calle, Borja se puso muy nervioso cuando le preguntaron por la cita en presencia de su mujer porque ella, la nuera que separa a los Thyssen, no sabía nada. ¿Será que el rico heredero ha pensado aquello de que madre no hay más que una y a ti te encontré en la calle? Bueno, en un club o en un yate, qué sé yo.

Boquita de piñón. Si no fuera por lo que es, por lo grave, lo espeluznante del asunto, la última salida de tiesto, la penúltima marilolada de Mariló, dejaría de ser noticia. Como dejaron de serlo las fotos cucas de Milan Piqué, el divorcio de Rosa Benito o los posados de Ana Obregón. Por saturación. A estas alturas pensábamos que no podría Mariló Montero sorprendernos, que nada superaría el listón de los órganos trasplantados con la semilla de la maldad germinando en ellos. O que no habría pregunta más absurda que qué hay dentro del coche fúnebre en el entierro de Sara Montiel. Andábamos errados. Había más. El cadáver de una niña muerta y otra palabra inapropiada, "blandita", en la boquita de piñón de la susodicha.

La sonrisa de las azafatas. El papa Francisco, en la víspera de San Froilán, les ha dicho a las monjas que sonrían de verdad, no como las azafatas. Desconozco hasta qué punto conocerá el Pontífice argentino a nuestra artista nacional Isabel Pantoja, muy conocida al otro lado del Atlántico. No sé si sabrá que Maribel se casó con un Francisco y eligió que su hijo se llamara Francisco y su pequeño del alma, a su vez, bautizó a su nieto con idéntico nombre, el mismo que Bergoglio, Jorge Mario, adoptó para su papado. Es posible que el conocimiento del titular del sillón de San Pedro acerca de la tonadillera no alcance aquel capítulo de su noviazgo con el exalcalde de Marbella. Puede que no sepa nada de aquellos amargos tiempos en que Isabel le aconsejaba a Julián Muñoz acosado por las cámaras "dientes, dientes, que es lo que les jode". Ese es un tipo de risita forzada y ya ven a dónde les ha llevado. Otra cosa distinta es la sonrisa profidén de las azafatas. Azafatas del Un, dos, tres, azafatas de El precio justo o azafatas del Telecupón. Un último tipo es la sonrisa real, esa que de repente exhibe hasta el derroche la princesa Letizia. ¿Y la sonrisa de una sor? Solo Francisco, el Papa, sabrá.

Ustedes las vieron. A las niñas Infantas, me refiero. Tan formalitas, tan conjuntadas, con papi y mami a visitar al abuelo al hospital. Las revistas van más allá. Las revistas consideran que Leonor, a las puertas de la Quirón, debutó como heredera del heredero. "El abuelito está bien", fue su tímida declaración de Estado. Su infantil investidura, su precoz coronación. Analicemos cada palabra, cada detalle. Leonor y Sofía ya tienen nombres de reina. Eso que llevan adelantado. Así, a bote pronto, no me viene a la memoria ninguna reina Letizia en la historia. La infanta pronunció su primera declaración pública en castellano, lengua oficial del reino, aunque sabemos que podría haberlo hecho con fluidez en inglés o incluso en chino mandarín. Tiene ocho años, pero no come chuches y sabe quién es, quién será. Eso dicen. Célebre es la anécdota revelada por un científico español a quien la propia madre su alteza explicó cómo Leonor le decía a su hermana: "Come verdura, que tiene antioxidantes". Se ve que está muy preparada, que es una profesional. Es lo que se dice de una infanta de España, en lugar de que es un poco redicha. Con perdón real.