"Institución cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de libros y documentos" o "local donde se tiene un considerable número de libros ordenados para la lectura". Las definiciones que la Real Academia de la Lengua hace del término biblioteca hace tiempo que ya no se ajustan a la realidad diaria de estos establecimientos, especialmente, de aquellos que dependen de las administraciones públicas. La bibliotecas del siglo XXI van más allá del mero préstamo de libros, música o películas. El clásico cuentacuentos o los clubs de lectura ya comparten espacio con cursos de informática, talleres de comprensión lectora, videoconsolas o incluso conciertos. "Las bibliotecas han dado un cambio radical en los últimos años. Ahora mismo se conciben como centros culturales para aquellos barrios que no tenían acceso a esos servicios", señala la directora de la biblioteca municipal del Ágora en A Coruña, Cristina Ameijeiras. "La biblioteca debe ser un sitio de participación ciudadana, que se anticipe a las necesidades de la población de su entorno", añade la directora de la biblioteca del Fórum Metropolitano, Mery Conchado.

Esta nueva cara de las biblioteca ha provocado que se multipliquen sus usuarios al volverse más accesibles. "Hace unos 15 o 20 años se concebía la biblioteca como una especie de templo del saber, donde las personas no iniciadas no tenían cabida. Ahora se trata de centros para todo el mundo", indica Ameijeiras. "Debe ser un referente para los ciudadanos, que se identifiquen con ella", indica Conchado. Para ello, la biblioteca no puede ser aquel local que exigía silencio total y donde la única opción era hojear qué libro se llevaba uno para casa. "Solo con ver el mobiliario o la estructura ya se observa que ha habido un cambio en el concepto de bibliotecas", indican desde el Ágora, donde existen desde aulas para hacer trabajos en grupo hasta sofás o un espacio para jugar a los videojuegos. "Se pide respeto, pero no silencio total", añaden en el Fórum Metropolitano.

En su apuesta por llegar a un mayor público, las bibliotecas municipales coruñesas ofrecen servicios para todas las edades, de cero años en adelante. Una de las principales novedades es la creación de las bebetecas, espacios reservados para niños menores de tres años y sus familias, donde disfrutar de libros para los más pequeños en mobiliario adaptado a las necesidades de los bebés. "El objetivo es aproximar a los niños a la lectura antes de que aprendan técnicamente a leer. Está comprobado que es más fácil que después les guste leer", indica Cristina Ameijeiras. La mitad de las bibliotecas municipales de A Coruña -Os Rosales, Ágora, Fórum y la Infantil y Juvenil- ya disponen de este servicio. "Además los padres pueden llevarse los bebelotes, una mochila con diferentes materiales de lectura dirigida a las familias", indica Mery Conchado.

Atraer al público adolescente, especialmente a quienes tienen entre 16 y 18 años, es uno de los retos más complicados para las bibliotecas. Por ello, también hay espacios y actividades pensados para ellos. La incorporación de videoconsolas a la biblioteca -algo que ya existe en Os Rosales, Ágora y Fórum- es una de ellas. Otra es la creación de clubs de cómics para que los chavales comenten y debatan sobre diferentes publicaciones cada semana.

Pero las bibliotecas actuales van más allá y se convierten en muchos casos en centros culturales y formativos de apoyo a otras instituciones o a los institutos de la zona. Presentaciones de libros o conferencias de autores comparten ahora espacio en la programación de las bibliotecas con talleres sobre redes sociales, cursos de español para extranjeros o seminarios cinematográficos. No solo las municipales cuentan con estos servicios. En la biblioteca Miguel González Garcés -gestionada por la Xunta aunque de titularidad estatal- también es posible aprender nociones básicas de informática o asistir a un taller sobre cortos o encuadernación.

En su afán por cubrir las necesidades de un mayor número de población, las bibliotecas incorporan servicios que, a priori, podrían considerarse enemigos de su trabajo. Es el caso del préstamos de libros electrónicos o del bookcrossing, dejar un libro en un espacio público para que cualquier persona lo recoja y lo vuelva a dejar en otro lugar. La biblioteca del Fórum o la González Garcés forman parte de la red de bookcrossing.

Y todo ello sin dejar de lado las nuevas tecnologías. Red wifi en las instalaciones, blogs de las actividades, perfiles en las redes sociales o espacios virtuales en los que recomendar libros forman parte ya del día a día de las bibliotecas públicas. Toca renovarse.